“Roly” Escudero, el jugador de la gente: “Soy quien soy gracias a San Lorenzo”

El ex futbolista del “Ciclón” recordó su carrera y el histórico título del Clausura 1995. “Lo de la gente fue impresionante, muy emotivo, por suerte les pudimos dar esa alegría”, expresó.


El «Roly» Escudero llegó a San Lorenzo con 16 años y, a fuerza de garra y corazón, un tiempo después se coló en la historia grande del club y en el corazón de los hinchas. Hoy, hablar de él sigue siendo sinónimo de hablar del «Ciclón», de ese equipo que en 1995 le devolvió la alegría a los fanáticos azulgranas al cortar una racha de 21 años sin títulos.

En diálogo con Proyecto Boedo, el «Roly» recordó paso a paso su carrera: así comenzaba esa historia de amor, esa relación simbiótica entre un jugador que siempre dejó todo y un club que, según él mismo destaca, lo formó como futbolista y como persona.

¿Cómo surgió la posibilidad de que llegues a San Lorenzo?

Yo soy de un pueblo muy chiquito de Córdoba, que se llama Bulnes y tiene 900 habitantes más o menos. Ahí está el equipo San Lorenzo de Bulnes, donde había un convenio, por lo que se hizo un seleccionado nacional para hacer una prueba. Pude quedar y empecé en sexta división, así que ahí comenzó mi carrera en las inferiores.

Dejaste tu pueblo y llegaste a San Lorenzo con solo 16 años, ¿Fue una decisión difícil siendo tan joven?

Si, ni hablar. Hoy veo chicos con muchas condiciones pero si no lo acompañás con el sacrificio y la ayuda de tu familia, no llegás. Uno tiene que tener mucho carácter, yo pasé de un pueblo de 900 habitantes a vivir en Buenos Aires y nunca estuve en la pensión, me quedé en la casa de unos parientes en Villa Domínico. Fue muy sacrificado, lloré muchas noches después de cenar, pero el sueño de llegar a primera hizo que lograra pasar por todas esas cosas, la perseverancia dio sus frutos.

¿Por qué motivo no estuviste en la pensión?

Lo intenté varias veces pero nunca tuve la posibilidad de vivir en el club a pesar de ser muy chico y de venir de tantos kilómetros, los que llegaron ese año estuvieron todos menos yo. Nunca fui de los nombrados entre los futuros cracks o entre las promesas que asomaban de inferiores, pero todo eso me dio más fuerza para demostrar que podía.

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¿De tu categoría llegaron otros jugadores a primera?

Walter Rojas, que le decían el “Trueno”, que jugó pocos partidos. “Cacho” Córdoba, un central bárbaro que jugó poco porque lo pusieron de cinco y no rindió, la tradicional quemada. También Darío Forestello pero no jugó en San Lorenzo. Alejandro Simionato y yo fuimos los que hicimos una carrera bastante importante. Había cracks, eh, Rojas lo era, pero quedaron en el camino por un montón de factores que tienen que complementar lo futbolístico.

En tus comienzos en primera te tocó sufrir una serie de lesiones, ¿Fue algo difícil de afrontar?

Yo debuté de ocho en cancha de Atlanta contra Argentinos Juniors. “Tato” Medina me dijo que “Nano” Areán había pedido uno que meta y corra, y que él me había elegido a mí. Ese mismo partido me esguincé el tobillo, calculo que por los nervios, tenía un cagazo terrible. Había muchas figuras, como la “Chancha” Rinaldi y Alejandro Montenegro, y nosotros ni existíamos para ellos, ni siquiera nos decían el nombre, nos llamaban “nene”, “pendejo”, “pibe”, y uno se sentía incómodo. Eso no quiere decir que eran malos, eran las formas que se utilizaban, si nos sentábamos en la mesa de los grandes no podíamos ni hablar. En parte nos sirvió para el futuro, a su manera nos estaban educando. Hay casos excepcionales como “Pipo” Gorosito y el “Beto” Acosta, que sabían que yo estaba solo y me invitaban a comer a sus casas, a dormir, eso lo valoro siempre, son unos cracks en todo sentido. Pero en primera no nos sentíamos contenidos. Cuando debuté, el único que se acercó a hablarme fue Fabián Carrizo. Yo creo que me lesioné por los nervios, después estuve todo el 92 sin jugar, estaba Castelli que me puso pocos partidos y no rendí, y cuando llegó el “Bambino” arranqué con todo.

¿Te acordás de la primera vez que la hinchada de San Lorenzo coreó tu apellido?

Sí, jugábamos con Huracán por la clasificación a la Liguilla o por la misma Liguilla, empatamos de visitante en cancha de ellos y nosotros hicimos de local en River, donde salimos 0 a 0 y pasamos por ventaja. Por mis características, cuando me pasaban los rivales ya me tenían otra vez arriba, y en una de esas jugadas que trabé varias veces, bajó la ovación. Nunca me voy a olvidar, una emoción tenía, unas ganas de levantar los brazos para saludar a la gente. Cuando el jugador dice que a la tribuna no le da bola, es mentira, escuchás la ovación y escuchás la puteada. La hinchada de San Lorenzo me quiere mucho, a pesar de que nunca fui talentoso, porque en lo mío cumplía y siempre traté de dejar todo.

En el comienzo de 1994 a San Lorenzo se le escapó el campeonato en las últimas fechas y en uno de esos partidos, Gorosito erró un penal muy importante. Al siguiente encuentro hubo otro penal, ya con el ánimo caldeado, y la gente empezó a corear tu apellido, ¿Te acordás?

Me acuerdo bien, me daba una vergüenza. Yo le pego bien a la pelota pero nunca hice goles en San Lorenzo. Para patear los tiros libres tenía a “Pipo”, Netto, Zandoná, Arévalo, Ortega Sánchez, Silas, ¿Qué iba a patear yo? Me pegaban un cachetazo y me corrían (Risas).

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¿Qué pensaste en ese momento contra Ferro?

Ese día fui el único ovacionado de la cancha por mis características de correr y meter. Cuando fue lo del penal ni pensé acercarme, era una falta de respeto hacia “Pipo”, en ese momento fue un impulso de la gente de querer darme un premio por el esfuerzo y el partido que estaba haciendo. Fue muy lindo, obviamente está bueno que a uno lo reconozcan, pero el respeto ante todo y más con “Pipo”. Mucha gente me lo recuerda, en esta época me dirían vendehumo pero era mi forma de juego, yo no conocía otra.

Entre todos los partidos históricos que te tocó vivir en San Lorenzo, estuviste en la inauguración del Nuevo Gasómetro, ¿Qué recordás de ese día?

Pasó la típica, en el momento no te das cuenta de la magnitud. Por la gente éramos locales en todos lados pero no estaba bueno no tener cancha propia. A la distancia, fue un acto terrible, histórico, y formar parte de ese plantel no te lo saca nadie. Estar en la historia de un equipo grande como San Lorenzo es un placer enorme.

Como con el campeonato de 1995, ¿Qué es lo que más te acordás de la consagración?

Ese campeonato nos hizo un aguante terrible la gente, sobre todo en el último partido. Vamos a ser sinceros, nosotros pensábamos que podíamos ganar pero lo difícil era que Gimnasia pierda, y la gente fue igual. No le voy a sacar mérito a la Libertadores, pero si lo pensás fríamente, fue importantísimo cortar la racha. Por ahí estoy equivocado, pero para mí el logro del 95 puede ser más importante que el de la Copa.

¿Qué tan importante fue el apoyo de la hinchada en ese tramo final del campeonato?

Nosotros tuvimos muchos golpes ese torneo, llegábamos con pocas chances, pero siempre estaba todo lleno. El “Bambino” dio ese mensaje en Fútbol de Primera y la gente fue a Rosario, copaban en todos lados. Pasó lo mismo hace poco cuando jugamos la promoción con Instituto, apoyó en todo momento, nunca insultó, siempre se ha portado bárbaro, como con los azulejos del Nuevo Gasómetro o ahora con los metros cuadrados. La hinchada siempre demostró lo que es en cada situación adversa que hemos pasado. Ese año lo de la gente fue impresionante, muy emotivo. Por suerte les pudimos dar esa alegría.

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En 1995, en una gira por Europa, San Lorenzo enfrentó al Barcelona y hubo una situación que los tuvo como protagonistas a vos, “Pancho” Rivadero, Luis Figo y Pep Guardiola, ¿La podés contar?

Todo por culpa del “Pampa”, que pegó un codazo terrible y desapareció (Risas). Yo fui a copar la parada y Figo me metió una cachetada bárbara. Siempre me agrando porque no me pegó cualquiera, me pegó Figo. Hay una foto en la que le estoy poniendo la mano en la cara a Guardiola y siempre me dicen que cuente la historia completa (Risas). Los puteamos y ellos también, fue un momento de calentura nada más.

También enfrentaste a Ronaldo en su debut en el Barcelona…

En el momento no te das cuenta de lo que es esa experiencia, yo no me saqué foto con ninguno, iba a disfrutar, me tiraba en el pasto del Camp Nou, era todo nuevo para mí. Stoichkov jugó también, era impresionante igual que el “Gordo” Ronaldo. Yo a Figo lo veía tosco y pensaba “a este me lo como”, ¿qué me lo voy a comer? Me pegó un baile (Risas). La diferencia se notaba. Nosotros le ganamos al Feyenoord de Holanda la primera vez y la segunda al Anderlecht, y después las finales contra Barcelona las perdimos las dos. Gracias a San Lorenzo pude conocer muchos lugares de Europa, también México, Colombia… me acuerdo de Colombia y me río.

¿Por qué?

Esta la voy a contar porque es buenísima. Labarre era el arquero suplente y había un pibe, Gabriel Flores, que jugó un par de partidos de enganche. Era chico, lo que le decían lo hacía. Al “Bambino” lo habían echado y estaba atrás de banco, en la tribuna. Labarre se asomó e hizo como que el “Bambi” le había hablado, todo invento de él, y lo mandó a calentar a Flores. Iban 15 del primer tiempo en Colombia, con altura, y el pibe fue. En el entretiempo estaba muerto, seguía calentando y el “Bambino” lo miraba y no entendía nada. Nosotros en el banco nos moríamos de risa. Eran jodas sanas. A nosotros cuando íbamos a debutar nos llamaban por teléfono y nos decían que era una nota, nos tenían 40 minutos hablando del partido y eran el “Toto” García y el “Chino” Zandoná que se hacían pasar por periodistas. Era normal de la época, imagínate que el “Cabezón” Ruggeri me hacía contar los cuentos a mí porque tenía vergüenza y un par de años después aparece contándolos en la televisión, es un caradura (Risas).

En muchas revistas de la época te definen como el alma de ese vestuario por tu personalidad…

Sí, yo suelo hacer chistes todo el tiempo, nadie me cree nada ya.

Hasta estuviste en Videomatch contando chistes…

Hicimos un sketch cada uno después de salir campeón (Risas). Nosotros hicimos todo lo que hacían los chicos de Tinelli y una vez que arrancamos con los chistes, no paramos. Siempre fui de tener buen humor y de hacer reír en el vestuario.

¿Es cierto que un tiempo después del título jugaste cerca de un año sin haber firmado contrato con San Lorenzo?

Sí, en la última época. No me renovaban hasta que después me dejaron libre, me dieron vueltas un año que jugué por el 20%. Son las diferencias de la época de antes con la de ahora, ibas a hablar con Miele y te preguntaba cuánto querías, le decías 10 y te ofrecía 3. Nosotros firmábamos porque queríamos seguir en San Lorenzo y porque no había grandes posibilidades, se aprovechaban de eso. Ahora los pibes se aprovechan de los dirigentes, es al revés, y me alegra por los jugadores, están haciendo lo mismo que nos hacían a nosotros. Cuando no queríamos concentrar, que lo definían los referentes, los dirigentes te exponían. Te sentaban adelante de todos y preguntaban uno por uno, si decías que no, capaz que te echaban, y si no quedabas mal con tus compañeros. En ese entonces, olvidate que Miele te reciba con un representante. Era otro fútbol, más bravo.

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Para quien no te vio jugar, ¿Cómo te describirías?

Todos se ríen pero cuando me seleccionaron en mi pueblo, yo era enganche, fui goleador toda mi vida. En Buenos Aires fiché de enganche pero en el primer partido de sexta división me pusieron de cuatro. Yo tenía menos marca que nadie, tuve que aprender porque decían que les servía como salida porque tenía mucha técnica. He jugado de ocho, de cinco, de tres, todo porque tenía buen manejo. Después aprendí a marcar y muchas mañas, porque yo siempre fui chiquito de cuerpo.

 ¿Considerás que en la actualidad hay algún futbolista similar a vos?

Aunque no me guste por traidor, puede ser una especie de Buffarini. Con menos gol, porque tenía menos llegada, pero aguerrido, tenían que matarme para pasar. También tenía más técnica que Buffarini, aunque no tenía tanta proyección.

Como dijiste antes, jugaste en casi todas las posiciones…

En un interinato, Ricardo Calabria me puso de tres. Habíamos concentrado en un lugar por Campo de Mayo, un bosque, no sabés lo que era. Ahí le avisó a Alejandro Montenegro que iba a jugar yo, así que agarró el bolso y se fue a la mierda. No sé si todavía está saliendo de ahí porque era todo oscuro (Risas). Con el “Bambino” y en el interinato de Ricardo la rompí por izquierda, pero en el 95 me expulsaron y entre las fechas que me dieron y las de castigo que me dio el “Bambi”, entró el “Ruso” Manusovich y se quedó con el puesto. Después se lesionó el “Bocha” Batista y me puso de lateral derecho, yo jugaba donde sea.

¿Cómo fue el momento de irte de San Lorenzo?

Me costó muchísimo, yo pensé que San Lorenzo no se iba a terminar nunca para mí. Me agarró una depresión enorme, desaparecí. Tuve llamados de Platense, de Argentinos, de Belgrano de Córdoba, pero yo estaba negado, parecía que me habían pegado un tiro. Hasta que un amigo le dijo al técnico de Chicago que me podía llevar y le respondió: “Traelo ya”. Cuando me vio… Era una heladera, no sabés lo gordo que estaba. Me dijo que íbamos a probar y no paraba a nadie, malísimo. Cuando llegamos a la sede me dijeron que no había más contratos… Mentira, me estaban diciendo que no. Aparecieron dos de la hinchada, me dijeron que me ponga las pilas y firmé. Ese semestre, no, pero el otro la rompí. Después tuve algunas lesiones, seis meses sin cobrar y me fui a jugar un torneo federal hasta que llegué a Brown de Adrogué, donde jugué más suelto, de enganche, e hice goles. El primero fue a Atlanta, de cabeza, una cosa de locos (Risas). Estuve cuatro años y un amigo me trajo a Capitán Sarmiento en el 2005. Me quedé en el proyecto de inferiores, donde estoy hace 13 años, y jugué hasta el 2014, que me hicieron la despedida. Vino “Pipo”, el “Pampa”, el “Gallego”, Ortega Sánchez, estuvo muy lindo.

¿Te quedó alguna cuenta pendiente en tu carrera?

Un gol en San Lorenzo, me hubiese gustado mucho. Tuve un par de travesaños, de palos, de tapadas, pero no pateaba tiros libres, no cabeceaba ni me proyectaba mucho, no tenía chances muy seguido. Hubiese sido muy lindo.

¿Y alguna vez pensaste en la Selección Argentina?

Sí, me estuvieron siguiendo. El profe de Basile le dijo a Weber que ya estaba armado el plantel para el Mundial del 94, que si no probablemente hubiese sido convocado. Después, en 1998, estaba en todas las listas, para los medios yo era número puesto de tres. Pero cuando dieron los convocados, no estuve, fue otro golpecito que tuve. Son cosas del fútbol, lamentablemente no se pudo dar.

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Ahora formas parte del plantel de Fútbol Senior de San Lorenzo…                   

Está bueno poder seguir jugando, volver a encontrarse en un vestuario con ex compañeros, está bárbaro. Vamos y disfrutamos, yo lo veo en “Pipo” que pregunta a qué hora hay que estar, la ropa que hay que llevar, es un ejemplo. Yo no voy siempre porque estoy lejos, pero lo disfrutamos. Ortega Sánchez sigue llegando tarde, lo insultan pero no tiene problema (Risas). Safo que no concentramos, así Arévalo no habla dormido…

¿Antes lo hacía?

Te contestaba, te seguía las charlas, todo. Un día estábamos él, Ballarino y yo, de a tres concentrábamos. Se levantó Arévalo y empezó a empujar la pared, Ballarino se pegó un cagazo bárbaro, no quería concentrar más con él (Risas). Durmiendo, Arévalo un día dijo: “Gol de Estudiantes”, y yo, que ya lo conocía, le pregunté quién lo hizo. “Trama”, me respondió (Risas). Seguía todas, era un show. Eso es lo que más se extraña, la pasábamos de diez. Ahora se van a cumplir 25 años del título del 95, vamos a ver si podemos hacer una juntada para volver a vernos y festejar.

Si tuvieras que nombrar a los tres mejores compañeros con los que jugaste en cuanto a lo futbolístico, ¿Quiénes dirías?

El “Cabezón” Ruggeri, un respeto tremendo, ganador. Fue el que acomodó el vestuario, le dio personalidad, tenía una presencia impresionante. El “Negro” Silas, que era un crack. Y voy a quedar mal con varios, pero elijo al “Conde” Galetto, daba placer verlo. Ese plantel fue espectacular, gran mérito del “Bambino” por mantener la base, siempre traía a uno o dos nada más. La base estaba de verdad, la gente de la camada del 95 se acuerda hasta de los cambios.

¿El jugador que más te costó marcar?

El “Burrito” Ortega. Vos sabías lo que iba a hacer, era como Messi ahora, pero cuando pensabas que te iba a enganchar, ya estaba tirando el centro. Dificilísimo, era distinto. Un crack de verdad, siempre me costó, en reserva también me ha pegado un baile importante.

¿Y el mejor lateral derecho que hayas visto jugar?

Mi referente era el “Negro” Altamirano, pero me quedo con Cafú.

Vos jugaste contra él cuando estaba en San Pablo…

Sí, un crack. Los laterales brasileños siempre fueron importantes. Sobre los mejores, me olvidaba de uno argentino: el “Negro” Clausen, un monstruo.

Antes hablamos de la inauguración del “Nuevo Gasómetro”, de los metros cuadrados, ¿Qué significa para vos la Vuelta a Boedo?

El hincha tiene mucho sentido de pertenencia, lo que quiere es el barrio. Les podés dar tres Libertadores más, pero te van a elegir volver a Boedo. No es un capricho, San Lorenzo es Boedo. Por eso el esfuerzo de los metros cuadrados, de hecho yo compré también. Mi viejo, fanático de San Lorenzo, iba al Viejo Gasómetro a ver boxeo sin saber que algún día su hijo iba a jugar en la primera. Me encantaría ir a Avenida La Plata y estar presente en el estadio para recordar al viejo.

¿Qué significa San Lorenzo en tu vida?

Todo, me hizo jugador de fútbol y me formó como persona. Me dio la posibilidad de tener un nombre en el fútbol argentino, de estar en la historia de un club grande. Soy quien soy gracias a San Lorenzo, estoy agradecido de por vida.

Por Federico Giannetti y Víctor Gabriel Pradel

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