El “Beto” Ortega Sánchez, de la tribuna a la gloria: “Jugar en San Lorenzo fue tocar el cielo con las manos”

Por Víctor Gabriel Pradel y Federico Giannetti.

El 22 de diciembre de 1974, San Lorenzo se consagró campeón tras vencer a Ferro en cancha de Vélez, mientras un joven Norberto Ortega Sánchez de 11 años celebraba la obtención del título en las tribunas del José Amalfitani. 21 años después,  ese niño, ya convertido en adulto, festejaba un nuevo campeonato del “Ciclón” para cortar una larga y dolorosa sequía, pero esta vez desde adentro del campo de juego. Así es la historia del “Beto”, teñida de azulgrana de principio a fin.

Cuervo desde chiquito, la vida lo premió con vestir la camiseta más gloriosa, pero él no se quedó atrás. Como el Camboyano que fue y es, se bancó las malas y la peleó hasta alcanzar la gloria. Y en diálogo con Proyecto Boedo, rememoró su vida ligada al club, desde el nacimiento de su pasión hasta ese grito de campeón que, aún 26 años después, sigue quebrando las gargantas y empañando los ojos de los hinchas.

¿Cómo fue que nació tu pasión por San Lorenzo?

Nació porque tanto mi papá como un tío mío eran muy fanáticos, me llevaban los sábados a ver a Tigre y los domingos a San Lorenzo. Además, este tío después me llevaba durante la semana al Gasómetro a jugar a la canchita de baby que estaba debajo de la tribuna. Desde muy chico sentí los colores.

¿Quiénes eran tus ídolos?

Tenía mucha admiración por Fischer, Coco y varios integrantes del equipo que me tocó vivir en la infancia y la adolescencia.

¿Cómo viviste tu llegada a San Lorenzo en 1985? ¿Se vio empañada por las declaraciones algo antipáticas hacia vos del entrenador de ese momento, el “Toto” Lorenzo?

En primer lugar, Tigre no me dejaba irme. Yo estaba de novio en esa época y el presidente de Tigre vivía a la vuelta de la casa de mi novia. Yo le decía que me vendiera, para mí era tocar el cielo con las manos, pero me decía que no. Así que le dije que si no me vendía a San Lorenzo no iba a jugar más al fútbol… Primero pasé a préstamo por seis meses y después San Lorenzo hizo uso de la opción. Lo agridulce con el “Toto” Lorenzo fue porque empezó a decir cosas que no correspondían y después renunció a los dos días, eso me sirvió mucho para esforzarme más y demostrarle que estaba equivocado.

En contrapartida, Antonio Villamor, que también fue jugador de San Lorenzo, dijo que el mejor futbolista que dirigió en su carrera como DT, fuiste vos…

Me emociona porque Antonio fue un tipo muy importante en mi carrera, era un hombre que me ponía siempre como ejemplo, que me hacía quedar después de hora pateando tiros de esquina, tiros libres… Soy un agradecido de todos los técnicos que tuve en mi carrera, siempre me enseñaron algo distinto, entonces uno cuando juega o entrena es como que va uniendo todos los conceptos y se perfecciona mucho más.

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¿Qué recordás del debut, que justo llegó en el día del cumpleaños de tu papá?

Fue con Independiente, en cancha de Atlanta, que perdimos 1 a 0 con gol de Bochini. La verdad que fue una sensación hermosa, ponerse la camiseta de San Lorenzo cuando uno la veía de la tribuna o la tenía puesta desde chiquito jugando en el barrio, fue increíble.

¿Qué se siente gritar un gol con la camiseta que uno ama?

Es muy diferente a cualquier otro. Yo tuve la posibilidad de jugar en once equipos y si bien uno es profesional y tiene que demostrar lo que vale porque lo contratan, porque en definitiva es un trabajo, gritar el gol con la camiseta del equipo que sos hincha y delante de toda la hinchada, es algo que no se puede explicar con palabras.

Antes lo habías enfrentado en 1982 en Tercera, cuando San Lorenzo jugaba el campeonato de la B…

Sí, íbamos a jugar el partido en cancha de River pero se suspendió la Tercera porque había llovido  y querían preservar el campo de juego. Después me tocó jugar en la segunda rueda en cancha de Vélez, donde le hago un gol de penal y empatamos 1 a 1. Me acuerdo que lo pateé donde estaba la gente de San Lorenzo, que estaba repleta la tribuna, y me silbaron todos (Risas).

¿Cómo fue ser un Camboyano?

Fue una etapa extraordinaria, inolvidable, porque la luchábamos mucho. No teníamos prácticamente nada, si te muestro fotos de pretemporadas o de entrenamientos estamos todos con buzos, medias, pantalones diferentes, pero fue una época maravillosa porque eso nos hizo muy fuertes como grupo para salir a ganar por el honor y por la camiseta.

Es impresionante cómo narrás ese momento negativo con todos adjetivos positivos, cómo transformaron una etapa muy compleja hasta quedar en la historia como uno de los equipos más emblemáticos de San Lorenzo…

Es que también lo hacíamos por la gente, que nos acompañó mucho. Cancha dónde jugáramos, cancha que la hinchada iba a llenarla, eso nos motivaba mucho. No jugábamos sólo por nosotros, lo hacíamos también por la gente.

En esa época compartiste plantel con tu hermano, que no debutó pero salió una vez en el banco, ¿Creés que mereció más oportunidades? ¿Era hincha también como vos?

Sí, es muy hincha también. Lo de mi hermano fue por una negociación de Miele, porque yo estaba jugando por el 20%, pero yo no mezclé las cosas. Quizás mereció tener algunas oportunidades en Primera, era muy buen jugador mi hermano, era marcador central. La única vez que jugamos juntos fue en un amistoso por los cien años de Tigre.

Volviendo a Los Camboyanos, ¿La unión del grupo fue vital para convertirse en ese equipo emblemático?

Sí, era un grupo muy unido a pesar de que hubo algún problema de vestuario entre los jugadores. Eso nos hizo fuertes para unirnos más y decirnos que estábamos todos en la misma, que tiremos para adelante para poder ganar y hacer las cosas bien. Antes se jugaba por el honor, por la camiseta, con el corazón…

Uno de los grandes momentos de adversidad que atravesó ese plantel fue en Córdoba, con el atentado que casi le cuesta la vida a Claudio Zacarías

Sí, fue terrible, yo justo me estaba cambiando delante de Claudio. El vestuario era muy angosto, estaba a un metro y medio de distancia y arriba estaban los ventanales. Se vio el fogonazo, la explosión y él se cubrió la cabeza, no puedo explicar lo que fue ese momento. Ese día le salvó la vida el doctor Hugo Lobbe y el “Negro” Mendoza, que lo vendaron como una momia y evitaron que se muera por dos segundos.

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¿Es verdad que con 11 años estuviste en la cancha en el partido en el que San Lorenzo se consagró campeón en 1974? 21 años después, te tocó a vos estar dentro del campo de juego…

Sí, fue algo inolvidable. Mi viejo me llevó a la cancha de Vélez en la final contra Ferro, me acuerdo que en uno de los goles del “Gringo” Scotta la pelota pegó en el parante, ni tocó la red, y la gente lo gritó porque él salió a gritarlo, fue tan fuerte el pelotazo que la pelota pegó y salió. 21 años después tuve la bendición de vivirlo dentro de la cancha.

Además, tu primer hijo nació cuando estabas de Pretemporada en la previa del torneo que ganó San Lorenzo en 1995…

El día que nos fuimos a Mar del Plata, me llevó mi mujer al Nuevo Gasómetro estando embarazada de ocho meses. Justo bajó del auto y estaba el Bambino, que le acarició la panza y le dijo: “Este nene viene con el campeonato abajo del brazo”. A los seis meses salimos campeones y tuve la suerte de sacar a mi hijo a la cancha con el chupete en la boca…

¿Te diste cuenta en ese momento la importancia del título y que ese plantel iba a quedar tan identificado con San Lorenzo?

Uno se va dando cuenta con el correr de los años, pero nosotros en el torneo anterior habíamos salidos subcampeones. Por eso el Bambino escribió en el pizarrón que ese era nuestro año, porque se nos había escapado por muy poco. Hoy puedo decir que yo tuve la suerte de estar en dos equipos que quedaron en la historia de San Lorenzo y que la gente los quiere mucho.

¿Qué sintieron como jugadores con la arenga del Bambino, una semana antes, en Fútbol de Primera?

Lo mismo que en los hinchas, las charlas técnicas del Bambino se basaban en eso, en motivar. Eran charlas cortitas, que duraban alrededor de siete minutos, pero cuando iba por la mitad uno ya quería salir a jugar.

¿Cómo fue vivir el día de Rosario desde adentro?

Me acuerdo que salimos del hotel, nos subimos al micro y era tanta la gente que no podíamos llegar. Yo siempre me sentaba en el último asiento, estaban el «Cabezón» y el «Gallego» González a mi derecha y les dije: “Hoy con el apoyo de esta gente salimos campeones”. Con desventaja, eh, pero teníamos mucha fe. Mi abrazo con el Bambino cuando hizo el gol el Gallego era algo pendiente que teníamos juntos, después de haberme dirigido en la época de los Camboyanos.

Después de tocó entrar, tuviste una posibilidad en la que quedaste solo con el arquero y le pegaste al arco, ¿Estabas obsesionado por hacer ese gol?

Exactamente, lo erré por ansioso. Estaba bien posicionado, si hubiese estado más tranquilo podría haber definido mejor, pero estaba muy nervioso en ese partido. Haber hecho ese gol hubiese sido lo máximo.

Estuviste en una primera etapa en la que San Lorenzo no tenía estadio y después volviste para jugar en el Nuevo Gasómetro, ¿Cómo viviste esa diferencia en la institución?

Yo me fui a fines del 88 con un club donde en lo que hoy es la Platea Norte había yuyos de tres metros y nosotros corríamos alrededor. Cuando volví me encontré con otro club, completamente renovado, con una cancha espectacular, un gimnasio extraordinario, con los sueldos al día, los empleados contentos. A uno le puede gustar mucho o poco Miele, pero en eso hizo un gran trabajo.

Destacás su labor pese a los conflictos que tuvo con el plantel de Los Camboyanos, que muchos quedaron libres…

Yo me senté con él en la pretemporada de enero, un año antes de quedar libre. Le dije: “Mirá Fernando, yo me caso a fin de año, si el club no tiene plata para pagarme, cómprenme un departamento y un auto en cuotas y yo firmo”. Cuando llegó octubre me dijo que el club no podía comprar ninguna de las dos cosas, así que con todo el dolor del alma me tuve que ir. Me mando 20 cartas documento y me hizo juicio, que lo gané porque la AFA me consideró jugador libre como correspondía… Tenía sus cosas Miele, pero por suerte se pudo hacer la cancha.

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Siempre se recuerda a Los Camboyanos como un equipo guerrero, por todas las cosas que tuvo que superar, pero además en el plantel había jugadores muy talentosos…

Sí, aunque sinceramente no me molesta porque cuando voy a la cancha la gente no me reconoce sólo por ser Camboyano, sino también por el talento que tenía cuando jugaba. Era un equipo que sabía exactamente lo que tenía que hacer cada uno y todos juntos a la vez, era muy sólido.

Hasta la hinchada parecía saber el rol que tenía que cumplir en esa época…

Sí, si hasta hubo un partido que le tuvimos que pedir la camiseta número siete a un hincha para poder jugar.  Fue en la cancha de Temperley, que las tribunas estaban muy cerca de la cancha. Los problemas que teníamos eran muy grandes, realmente muy grandes.

¿Podrías mencionar al mejor entrenador de tu carrera?

Sería ingrato pero el mejor, también por la cantidad de tiempo que lo tuve, fue el «Bambino» Veira. Todos me enseñaron muchísimas cosas, tuve muy buenos técnicos.

¿Considerás que podrías haber tenido más chances en la Selección?

Yo creo que sí y jugar un Mundial fue algo que me quedó pendiente. En la época de Bilardo estaban Maradona y Bochini, había que definirse por el tercero y fue el “Chino” Tapia. Yo sé que me tenía en consideración, pero en esa época había dos o tres enganches en cada equipo.

¿Nunca quisiste ser entrenador?

No, no me gusta, cuando era jugador me llevaban las hojas de inscripción para anotarme en las diferentes escuelas, pero llegaba a mi casa y las metía adentro de un cajón. Tuve la suerte y la satisfacción con Ángel Bernuncio y el “Indio” Arévalo de armar el primer equipo campeón internacional de Fútbol Senior, pero después ya no quise ser más técnico.

Jugando para Argentinos, una vez le arruinaste un campeonato a Huracán y mostraste una remera particular que tenías debajo de la camiseta del “Bicho”…

Sí, exacto. El tema fue muy sencillo, nosotros jugábamos en Mendoza por un convenio, generalmente los sábados a la noche. Hacía un frío bárbaro ese día, así que después de la entrada en calor le pedí al utilero una camiseta manga larga para ponerme abajo. Me dio una blanca Adidas, con el escudo rojo y azul. Le dije: “Con estos colores no podemos perder nunca”. Tuve la suerte de hacerle el gol, arruinarle el campeonato y después perdieron 4 a 0 el desempate con Independiente. Pero eso no es nada, nosotros nos volvíamos al día siguiente, pero como yo tenía que hacer un trámite en Buenos Aires el domingo al mediodía, me volví con el micro de los dirigentes. Paramos en la ruta y estaban todos los hinchas de Huracán, me querían matar (Risas).

¿Valió la pena?

Por supuesto. Yo a la única cancha que no voy del fútbol argentino es la de Huracán. Es más, una vez me llamó un presidente para ir a jugar allá, pero le dije que de ninguna manera.

Otra vez, jugando para Platense frente a San Lorenzo, te expulsaron…

Sí, me echó Lamolina, el primo de mi vieja (Risas). Esa fue la única vez que vi a mi viejo enojado, quiso bajar de la tribuna para cagarlo a trompadas. Me echó bien y mal… iba ganando San Lorenzo 1 a 0, metí una pelota de gol y el juez de línea cobró off-side, que no era. Entonces lo re puteé, Lamolina me escuchó y me sacó roja directa. La hinchada de San Lorenzo me aplaudió toda, la platea y la popular, pero no podía saludar (Risas).

Compartiste cancha con grandes jugadores, ¿Quiénes son los tres mejores?

En primer lugar Walter Perazzo, que jugábamos de memoria y nos entendíamos sin mirarnos. Otro que fue un gran compañero fue Chilavert, que jugamos juntos en San Lorenzo y en Vélez. Y otro tipo ganador, el “Cabezón” Ruggeri.

Después de todo lo que hablamos de los momentos sin cancha propia, ¿Qué significa para vos la Vuelta a Boedo?

Sería algo extraordinario. Lo veo bastante difícil en esta situación del país y con la economía del club, pero cuando se logre va a ser lo máximo. Volver a esa Avenida donde uno pasó gran parte de su infancia sería espectacular. Yo tengo el recuerdo de cuando mi viejo me llevaba a la cancha, que me dejaba en la platea de atrás del arco y él se iba a la popular.

¿Qué significa San Lorenzo en tu vida?

Es mi segunda casa, donde pasé gran parte de mi infancia yendo a jugar a la canchita de baby. Tuve el orgullo y la fortuna de jugar en este club maravilloso, de haber integrado un equipo como el de Los Camboyanos que quedó en la historia, de salir campeón después de 21 años y vivirlo dentro de la cancha. Todo eso para mí fue tocar el cielo con las manos. Como la hinchada de San Lorenzo no hay ninguna otra.


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