La evolución de los sistemas de juego a través del tiempo: parte 8, San Lorenzo campeón del Clausura 1995

Por Víctor Gabriel Pradel.


4-3-1-2

Héctor Rodolfo Veira rompió el estigma de 21 años sin salir campeón. Pero no fue casualidad. Era su obsesión desde que comenzó su tercer ciclo como director técnico, en octubre de 1992. En ese momento, Passet y Escudero eran los únicos integrantes del futuro plantel campeón que estaban en el club; todos los demás llegaron después, testimonio irrefutable que el Bambino fue el auténtico hacedor del sueño. Pieza por pieza fue construyendo la base hasta conformar un equipo con mística y fuego sagrado.

Sabía perfectamente a lo que jugaba: ejercía presión en la mitad de la cancha y una vez que recuperaba la pelota, salía rápidamente buscando la velocidad y potencia de sus atacantes, con el acompañamiento de los volantes y explotando los espacios libres que dejó el rival. El famoso “contragolpe ofensivo”, tal como lo bautizó el Bambino.

Un arquero sobrio, seguro y confiable como el Flaco Passet. Dos marcadores de punta voluntariosos y rendidores como Escudero y Manusovich, ofrecían salida clara por las puntas. El Roly, sin tanta proyección pero mayor firmeza en la marca. El Ruso con clara vocación ofensiva, subía constantemente por la izquierda.

La zaga central era durísima, con Ruggeri como líder y caudillo: gritaba, mandaba y transmitía a todos su carácter ganador. El Indio Arévalo se contagiaba de ese temperamento. Ásperos y recios, formaron una dupla fuerte en el mano a mano y con buen juego aéreo, principalmente el Cabezón, que ganaba en las dos áreas.

Un mediocampo extraordinario, el mejor del fútbol argentino en ese momento. Un diamante de cuatro talentos complementarios: por la derecha el Diablo Monserrat, con dinámica y llegada permanente al área rival; al centro el Conde Galetto, exponente de fútbol lujoso y elegante, no exento de marca; Carlos Netto, la rueda de auxilio de todos, aportaba equilibrio y furibundos fierrazos de media distancia; y el genial Paulo Silas, dueño absoluto de la magia, encarando siempre con su gambeta vertical. Como alternativas estaban Panchito Rivadero, jugador polifuncional que podía ocupar todas las posiciones en la mitad de la cancha con eficacia y el Beto Ortega Sánchez, que aportaba claridad e inteligencia.

Adelante tenía delanteros con peso ofensivo y poder de fuego dentro del área: el Pampa Biaggio y el Gallego González, dos enormes goleadores, más la variante que ofrecía el Perro Arbarello para abrir la cancha como wing con su velocidad.

Honor y gloria eterna para ellos, los héroes que ganaron el campeonato más festejado.


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