Y un día llegó el gol de Manusovich (y la cancha se vino abajo)

Por Víctor Gabriel Pradel.


Iban 7 minutos del segundo tiempo. San Lorenzo le ganaba a Colón 1 a 0. Pipo Gorosito, en el círculo central le dio un lujoso pase de tres dedos a Galetto. El Conde levantó la cabeza y tocó con Manusovich, que venía desde el fondo, a toda máquina. El Ruso se sacó a un rival de encima, encaró por el medio, avanzó unos metros y jugó con Gorosito. Pipo de primera, con el borde externo del taco de billar que tenía en su pie derecho abrió hacia la izquierda, buscando a Abreu. El Loco la dejó picar dos veces y sin pararla metió el centro al área. Allí el Pampa Biaggio la bajó de cabeza y la puso en el punto del penal, donde Manusovich, con la número 3 apareció disfrazado de 9, como un fantasma. El Ruso sabía que ese era su momento. Hizo lo que ahora llaman “control orientado”: la paró con la zurda y sacó un remate fuerte que se metió por el medio del arco. Fue el broche de oro de una jugada colectiva extraordinaria.

El estadio Bidegain literalmente explotó. Damián Marcelo Manusovich inició una loca carrera, mientras agitaba su camiseta y terminó acostado boca arriba en el césped, con los brazos extendidos, como si fuera un Cristo vestido con camiseta blanca y vivos azulgranas. Se levantó pero sus compañeros lo sepultaron en una montaña humana. Al volver a su campo, para reiniciar el juego, alzó los ojos al cielo y saludó a las tribunas que lo ovacionaban: “Olé olé olé olé, Ruso Ruso”, atronaba en el estadio. Había convertido el primer gol de su carrera. Y también el último.

Nació en Capital Federal, el 30 de abril de 1973. Se inició en Atlanta, debutó en primera en 1990 y luego pasó a Vélez. Llegó a San Lorenzo en julio de 1993, en el más absoluto de los silencios. Su debut fue el 5 de noviembre; ingresó a los 40 minutos del segundo tiempo reemplazando al Toto García en la victoria 1-0 contra Banfield, en el sur, por el Torneo Apertura. El técnico era Héctor Rodolfo Veira.

En el Clausura 1994, el Bambino le dio la oportunidad de jugar como titular por primera vez. Fue en la cancha de River, un clásico que quedó en la historia por el maravilloso golazo de Paulo Silas, tras desparramar a 5 jugadores rivales. La monumental obra del brasileño seguramente hizo olvidar que dos minutos después, el Ruso se fue expulsado.

En el Apertura ’94 los marcadores de punta titulares eran el Bocha Batista y el Roly Escudero, por la derecha y la izquierda respectivamente. Pero tras una expulsión de Batista, Veira cambió de punta al Roly e hizo ingresar a Manu, que terminó jugando los últimos partidos del torneo, marcando el lateral izquierdo.

Y llegó el Clausura 1995, el campeonato más celebrado de la historia. Y con él la consagración. El equipo arrancó el torneo con Batista y Escudero como laterales, pero en la segunda fecha, la noche negra de la derrota con AAAJ, el Roly vio la tarjeta roja y a partir de ahí el Ruso Manusovich se adueñó de la camiseta azulgrana número 3. Y no la iba a dejar más.

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En aquel celebrado título tuvo actuaciones destacadísimas. Como contra Independiente, en Avellaneda, cuando tras una memorable corrida le sirvió en bandeja a Claudio Biaggio, el gol que definió el partido. O contra Huracán en el Bidegain, volviendo a asistir al Pampa para la segunda conquista en el clásico. Quedó inmortalizada su imagen, despojado de su camiseta, sus pantalones y sus medias, llorando emocionado en la vuelta olímpica de la mágica noche de Rosario: “Una alegría que no se puede describir. Me quedé arrodillado cuando la gente invadió la cancha y los hinchas me levantaron en andas. No me lo voy a olvidar nunca”, dijo.

En las siguientes temporadas, se fue ganando el cariño incondicional del pueblo sanlorencista, que se identificó con su sacrificio, su garra, su entrega. Pero no solo dejaba la vida en la cancha trabando con la cabeza si hacía falta. También levantaba a la platea con el generoso despliegue ofensivo de sus intrépidas trepadas por el andarivel zurdo. En el Clausura ’98 estuvo a punto de marcar un gol de antología, cuando en un empate 0-0 con River eludió a 4 rivales en un electrizante slalom, pero su remate se estrelló en el poste.

Pero ya retirado de la práctica activa tuvo una revancha inesperada con ese mismo rival. En julio de 2009 se celebró el 1º Torneo Senior Súper 8 del fútbol argentino. Televisado por TyC Sports, el representativo de San Lorenzo (con la base del campeón del ’95) ganó el torneo en forma brillante. En la semifinal los veteranos del Ciclón eliminaron a River y el Ruso (jugando de volante por la izquierda) hizo un gol impresionante, con un remate infernal que se coló en el ángulo.

Durante varios años defendió la camiseta con mucho orgullo y honor. Mantuvo un nivel parejo y su romance con la hinchada, que retribuyó siempre su esfuerzo coreando su nombre, continuó intacto hasta que se fue del club, con todos los honores, contrariamente al silencio de su llegada. “Para la gente de San Lorenzo siempre he tenido palabras de agradecimiento. Cada día que pasa me emocionan de una manera distinta”, expresó. A pesar de no haber nacido en el club, se identificó para siempre con el escudo y la camiseta y en su actual rol de comunicador social, nunca deja de declamar públicamente su amor por los colores azulgranas.

Su último partido con la camiseta del Ciclón fue el 16 de mayo de 1999, en la derrota 2-3 con Gimnasia de Jujuy, en el Pedro Bidegain, por el Torneo Clausura; el DT fue Oscar Ruggeri. Después continuó su carrera en España. Jugó en el Numancia y en el Elche, donde se retiró con solo 29 años de edad, en 2002. En San Lorenzo jugó 152 partidos (18 internacionales) y convirtió aquel único pero recordado gol, a Colón, en la goleada 4 a 1 por el Apertura ’97. El día que la cancha se vino abajo. Era tan grande el afecto que le tenía la gente que ese fue uno de los goles más gritados en la historia del Pedro Bidegain.

En la conferencia de prensa de aquel partido, esperaban el técnico Jorge Castelli y Sebastián Abreu, la figura de la cancha y autor de dos tantos. Entonces ingresó el Ruso y el Loco comenzó a aplaudirlo. Es imposible describir la alegría que en ese momento embargaba a ese hombre.

Pero hubo otro día en el que había sido más feliz: «Fue algo muy especial porque este es mi primer gol en primera, aunque yo preferiría cambiar toda mi carrera sin hacer goles por muchos campeonatos de San Lorenzo. ¿Si este es el día más feliz de mi vida? No, el día de mayor felicidad fue cuando salimos campeones…«.


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