Claudio Zacarías, el Camboyano que volvió de la muerte

A más de 30 años del atentado que casi le cuesta la vida, el ex futbolista recordó lo sucedido el 8 de mayo de 1988 en el estadio de Alta Córdoba.


El 8 de mayo de 1988 se produjo un atentado en el estadio de Alta Córdoba, en la previa de un partido entre San Lorenzo e Instituto, cuando  una bomba explotó en la boletería pegada al vestuario visitante, un vidrio se incrustó en la axila izquierda de Claudio Zacarías y dejó al ex marcador central al borde de la muerte tras perder 2,750 litros de sangre.

Con el tiempo, el hecho se convirtió en uno de los más paradigmáticos del fútbol argentino por el nivel de violencia y por las consecuencias que tuvo en la carrera del ex futbolista, quien perdió gran parte de la movilidad de su mano izquierda.

A más de 30 años del incidente, Zacarías recordó en una entrevista con Proyecto Boedo todo lo sucedido en aquella ocasión y explicó cómo fue la lucha para regresar a las canchas. Su paso por Turquía, su regreso a San Lorenzo, sus épocas como entrenador y muchos otros temas que marcaron la vida del “Camboyano” que volvió de la muerte.

¿Qué emociones te genera un nuevo aniversario de lo sucedido en Alta Córdoba?

Es un recuerdo que lo único que me trae es tristeza. Pero las cosas tienen que pasar y hay que poner el pecho, ya no puedo hacer nada para cambiar lo que pasó.

¿Qué recordás de lo sucedido aquel día?

Me acuerdo de todo. Estaba sentando en cuero, con las medias puestas y el pantalón corto, porque faltaban cinco minutos para salir a la cancha. En frente mío estaba el profesor Weber y pegó un grito porque vio que había fuego, así que nos paramos. Escuchamos un ruido terrible, un vidrio cayó encima mío, se clavó en mi axila izquierda y me empezaron a salir coágulos de sangre.

¿En algún momento perdiste la conciencia?

Nunca, no sentí nada más que un ardor terrible. Me agarró el kinesiólogo, el “Negro” Mendoza, y me paró un poco la pérdida de sangre, aunque perdí 2.750 litros de los cuatro que tenemos en el cuerpo. Fue terrible. La doctora me contó que el vidrio pegó en la arteria y lo frenó, yo tenía 23 años y los músculos fuertes por ser jugador de fútbol, si no, ahora estaría muerto.

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Pocos días después de tu internación nació tu hija, que tiene un nombre especial…

Sí, como todos me decían que era un milagro que esté vivo, le pusimos Milagros.

¿Cómo fue la cuestión judicial por el hecho?

Yo les hice juicio a la AFA, a la Gobernación de Córdoba y a Instituto. Siempre digo que en un país sin Justicia, lo peor que hay es tener razón. Perdí con todos, una cosa increíble que solo puede pasar con nuestra Justicia. Yo solamente fui a jugar un partido de fútbol y casi me matan, no terminé muerto de milagro. Después, Instituto se creó una quiebra, así que pasaron más de 20 años y nunca me pagaron nada. Un día el “Potro” Domínguez, ex jugador de Gimnasia de La Plata y Boca, entre otros equipos, me llevó a ver a Julio Grondona. Nos sentamos a tomar un café y me preguntó qué pasaba, así que le dije: “Hace más de 20 años me tiraron una bomba, jamás hablé mal de usted, de la AFA, del fútbol, de San Lorenzo ni de Instituto, nunca me metí con nadie, pero estoy cansado”. Me respondió: “Tiene razón, el lunes venga a la AFA que nosotros vamos a arreglar con usted”. Y así fue, aunque no me dieron lo que me tenían que haber dado.

Difícil que puedan subsanar las pérdidas económicas que te causó el atentado…

Claro. Yo tenía el telegrama en mi casa de que San Lorenzo iba a hacer uso de la opción de compra. Después del accidente me llamó Miele y me dijo: “Claudio, ¿vos podés entender que yo no te puedo comprar? Si pongo la plata, voy a fundir al club”. Le di la razón y le dije que no había ningún problema, le firmé lo que me pidió, arreglé un año de contrato para recuperarme y perdí esa plata, que en ese momento era una fortuna.

¿Es verdad que San Lorenzo ya había recibido sondeos desde Francia por tu pase?

Sí, yo me iba a Francia. Miele me compraba para venderme, eso me había dicho.

¿Y es cierto que te estaba siguiendo el entrenador de la Selección argentina, Carlos Salvador Bilardo?

Eso no lo sé, conmigo no habló. Miele me había dicho que Bilardo me estaba siguiendo pero no puedo confirmarlo porque nunca tuve una charla con él.

¿Tenías la ilusión de jugar en la Selección?

Nunca lo pensé en ese momento, ni se me cruzaba por la cabeza. Yo quería jugar en San Lorenzo. Mi viejo siempre decía que cuando uno se porta bien en la vida, las cosas llegan. Eso traté de hacer siempre, nunca me metí en líos, ni con todo lo que me pasó. Podría escribir un libro con todas las cosas que me pasaron en la vida, nadie sabe todo lo que yo tuve que hacer, lo que lloré yendo a ver al kinesiólogo porque no podía mover ni un dedo. Lloraba a lo perro pero nunca aflojé, siempre hice lo que me decían los médicos.

Los pronósticos para que vuelvas a jugar no eran nada alentadores…

Después de hacerme un estudio, el médico me dijo: “Mire, Zacarías, su brazo no tiene vida”. Le dije que el estudio no sabía nada y me fui a ver al doctor que me iba a operar, a quien había conocido de casualidad. La sala estaba llena de gente con el mismo problema, por diferentes motivos, que después de años no podían mover el brazo ni nada. Cuando me tocó el turno, me puse a llorar desconsoladamente, le dije de todo al médico, pensaba que me había mentido. Deje de hablar y me preguntó: “¿Terminó? Yo le dije a usted que lo voy a operar y en diciembre va a jugar al fútbol. Si hace todo lo que yo le diga, se va a recuperar”. Todos los días en mi casa hacía las rehabilitaciones, el tiempo no pasaba nunca.

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Y lograste volver mucho antes de lo que se pensaba, solo seis meses después del atentado…

En un momento, solo me faltaba caerme para poder volver a jugar y mi papá me dijo: “Todo lo que sufriste, todo lo que pasaste para llegar a este momento, ¿y te lo va a impedir el miedo? Con miedo no se puede vivir, lo tenés que hacer”, y me tiré de cabeza. En diciembre tuve la primera práctica de fútbol y en enero jugué contra River. Puse todo para poder volver, aunque no fue como yo quería porque tenía que haberme operado otra vez para tener una mano que me permitiera jugar al nivel que lo hacía.

¿Cómo fue ese primer partido?

En enero jugábamos en Mar del Plata, me agarró el “Bambino” y me preguntó si me animaba a jugar de tres. Jugábamos contra Batistuta y Balbo, “ni loco, ¿querés que todos digan que no puedo jugar más?”, le dije. Mirá lo que es la vida, que cuando fuimos a la cancha de River, se lesionó el lateral y tuve que entrar. Perdimos 1 a 0 y me expulsó Lamolina. Passarella lo re contra puteó, le decía: “¿Cómo vas a echar a este pibe con todo lo que pasó?”. Fue una locura.

Hablando un poco de tu paso por San Lorenzo, te tocó una etapa muy complicada, la de los famosos “Camboyanos”.

Fue muy lindo, tuve muy buenos compañeros. Blas Giunta, que nos queremos mucho, Perazzo, Madelón, Chilavert, Malvárez, Larraquy, el “Ruso” Siviski, Romano, Tedini, unos muchachos bárbaros. Perdimos el campeonato que peleábamos con Newells, después de la bomba no ganamos más.

Hablábamos de Chilavert, ¿Qué recuerdo tenés de la primera vez que pateó un tiro libre, en cancha de Banfield, teniendo en cuenta que cinco minutos antes habías pateado vos y la colgaste en el ángulo?

Pegó en la barrera. Yo hice el gol y me pidió que lo deje a él, así que se lo di. Todo el día practicando estaba, era una fiera de verdad. Yo tenía muchos problemas con Chilavert cuando jugábamos, casi nos agarramos a trompadas muchas veces.

¿Por temas futbolísticos? ¿Qué pasó?

Una vez, en cancha de Racing de Córdoba, cuando terminaba el primer tiempo, me cabeceó Ferreyra y la pelota pasó al lado del palo. Chilavert salió del área y nos re contra puteamos. En el entretiempo, cuando llegué al túnel, vino Nannini y me dijo: “Escuchame, bestia, lo cagamos a trompadas entre los dos”. Llegamos al vestuario y él se sentó del otro lado, yo fui a tomar agua y me dijo: “Eh, Claudio, no se te puede decir nada, ¿qué sos Passarella?”. Fui a buscarlo y el “Bambino” se me colgó de los hombros hasta que se calmó todo. En la semana volvimos a discutir, así que me quedé a esperarlo mientras pateaba tiros libres. Terminó, vino y me preguntó: “¿Me estás esperando a mí?” Le respondí que sí, que estaba podrido y que íbamos a tener que pelearnos. Me dijo: “No, Claudito, ¿sabés por qué no me voy a pelear con vos? No es que te tengo miedo, pero sos un buen pibe». Fuimos al vestuario y le conté a los muchachos que se había cagado en las patas (Risas). Después me pasó lo de Córdoba y Nannini me vino a ver a casa cuando estaba tirado en la cama. Apenas llegó, me dijo: “Menos mal que te agarró la bomba, porque si te agarra Chilavert te mata”. Ahí me contó que fueron unos cuantos a apretar a Perazzo en el vestuario y Chilavert los re cagó a palos. Me arruinaba (Risas).

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Luego te tocó irte a Turquía junto a la “Chancha” Rinaldi, ¿Qué podés contar de esa experiencia?

Cuando llegué a Turquía era muy difícil vivir en ese país. La “Chancha” a los diez minutos ya se quería volver, y yo a los doce. Ellos salían de una dictadura, hoy es un paraíso a comparación, pero yo siempre me adapto a todo. Hasta estuvimos demorados allá porque Rinaldi se quería venir y nos tenían retenidos los pasaportes. Nos rescató el presidente del club, ¿sabés el miedo que teníamos? Pero le puse el pecho a la experiencia.

¿Y futbolísticamente cómo te fue?

Me fue muy bien, me querían muchísimo. La “Chancha” no quiso ir el segundo año y el presidente lo liberó gratis con la condición de que yo vuelva, si no, no le daban el pase. Yo volví y el presidente me dijo: “Acá yo soy tu papá, por cualquier cosa que te pase”. En el diario, un día salió que me quería el Fenerbahce y él respondió que no tenía la plata suficiente para comprarme, que yo solo jugaba en su club. Después me vine para Argentina, volví a San Lorenzo.

En esa etapa le hiciste el golazo a River en el Apertura de 1991, uno de los más gritados por los hinchas, ¿Cómo lo recordás?

Si River nos ganaba salía campeón invicto en nuestra cara. Nos pelotearon todo el partido, nos metieron adentro del arco. En un córner, la agarró Fabián Carrizo en el punto del penal, me la pasó cuando yo salía del área grande y empecé a correr. Miraba para todos lados y no había nadie de San Lorenzo, así que le pegué y la clavé en el ángulo (Risas). Comizzo había dicho a Clarín que “ese pibe” se había sacado la pelota de encima, por mí. A los dos días me lo encontré en el cumpleaños de mi cuñado  (Jorge “Pipa” Higuaín), así que lo jodí y le dije que se ponga las manos, total lo tenía rodeado por todos familiares míos (Risas).

También fuiste asistidor…

Gorosito es uno de los mejores jugadores que vi en mi vida, con una técnica impresionante. Y el “Beto” Acosta, que jugó tanto años con él, dijo una vez que el mejor gol que hizo en su carrera fue con un pase mío (Risas). La agarró de volea y la clavó en un ángulo contra Boca, el día que les ganamos 4 a 0 en cancha de Huracán. Fue fantástico, una maravilla.

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Mucha gente que te vio jugar compara a Walter Kannemann con vos, ¿Considerás que tienen características similares?

La verdad, no me suelo comparar con nadie. No me doy cuenta. Es bravísimo Kannemann, un jugador bárbaro. Yo anticipaba mucho la jugada, no veo muchos que ahora anticipen. Sabía marcar, ahora miro y los futbolistas no saben. Tuve un técnico en El Porvenir, el “Vasco” Iturrieta, que fue el único DT que me enseñó. Nació para enseñar ese hombre, si yo no lo hubiera conocido, no hubiese sido jugador de fútbol. A mí me gustaba jugar de nueve.

Después vos mismo fuiste entrenador…

Yo dirigí a San Telmo y arranqué con muchas ganas, les enseñaba a los pibes lo mismo que el “Vasco” me enseñó a mí. Vendimos un montón de jugadores, como Jonathan Santana. Una vez, cuando jugaba en Lanús, fui a la cancha en un partido contra Cerro Porteño con mi hijo, y fui a verlo. Cuando salió del vestuario le pedí la camiseta y me dijo: “¿Cómo no te la voy a dar a vos que me enseñaste a jugar al fútbol?”. Mariano Izco, que Caruso Lombardi dice que lo descubrió él, me mandó una postal desde Italia que decía: “Me hiciste jugador de fútbol. Gracias, Claudio”. San Telmo en su historia había vendido un solo jugador y cuando estuve yo vendimos diez o doce.

¿A qué se debe tu alejamiento de la dirección técnica?

Agarré a San Telmo peleando el descenso y llegué a estar segundo, clasificamos al reducido para subir al Nacional B y perdimos con Colegiales. Al otro año, de 43 partidos, perdimos 3, pero nos robaron el campeonato en la final con Defensores de Belgrano, que nos chorearon en cancha de El Porvenir, nos mató el referí. Después de ahí, estuve dos o tres meses sin trabajar y cuando volví ya no tenía ganas. Quise cambiar la forma de juego, en Cambaceres ponía línea de cuatro, dos números cinco, dos enganches y dos puntas, creábamos 18 situaciones de gol por tiempo pero perdíamos 1 a 0. No podíamos hacer los goles. Tuve que cambiar para tratar de trascender pero con equipos chicos y presupuestos bajos, es difícil.  Después estuve trabajando en Boca, cerca del “Mellizo”.

¿Es una etapa cerrada para vos?

No, pero es muy difícil volver después de tantos años. Hay que enseñar mucho, no es que no se gana porque Messi o Higuaín erran un gol, hoy creo que no hay marcadores centrales buenos, de primer nivel, por ejemplo. Yo voy a ver los entrenamientos de inferiores y es todo tiki tiki, pero después hay que recuperar la pelota, hay que marcar. Parece que no están enseñando, porque no puede haber tantos errores groseros como hay. En San Lorenzo hicieron un desastre con todos los colombianos que trajeron, la mayoría no eran ni jugadores de fútbol, y esas burradas las pagaron los técnicos. El entrenador tiene que decir: “Tráeme uno bueno o no me traigas nada, me arreglo con los pibes”. Hay que pensar en la economía del club, ¿cómo no vas a poner a Gaich? Una locura.

Sos tío de Gonzalo y Federico Higuaín, ¿Cuál es tu opinión sobre sus carreras? ¿Y de las críticas que suele recibir Gonzalo en los últimos años?

Federico es un jugador bárbaro, hizo una carrera muy buena, excelente. Se está recuperando de una lesión dura en Estados Unidos y va a volver a jugar al fútbol con 34 años. De Gonzalo, imposible decir algo. Hagamos memoria: jugó en River, Real Madrid, Napoli, Juventus, Milan, Chelsea y volvió a la Juventus. Ah, me olvidé que jugó tres Mundiales y diez años en la Selección. Cuando lo fueron a buscar, Argentina quedaba afuera del Mundial con Maradona e hizo uno de los dos goles contra Perú que significaron la clasificación. Vamos a hablar de las finales: las de Chile, la verdad, no me interesan. Sobre la de Alemania, lo dijo Mario Alberto Kempes, el más grande después de Diego: es una jugada donde Gonzalo está volviendo, llega un rechazo, gira y patea al arco. Lo sorprende. Todos hablan de esa jugada pero nadie dice nada de las que erró Messi, Palacio o Lavezzi. Los delanteros están para hacer goles y errarlos, todos pueden fallar. En el gol de Alemania, Mascherano estaba parado en cualquier lado pero como se tira a los pies, los periodistas quieren hacer creer que es el líder de la Selección. Es un gran jugador de fútbol, pero no cumplió su función y nos decían que era San Martín. Critican a Messi e Higuaín pero ven lo que les conviene.

Por Federico Giannetti

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