¿Cómo jugaba el «Pampa» Biaggio?

Por Víctor Gabriel Pradel.


El Toto García armó una jugada bárbara: pisó la pelota, se sacó de encima a un tipo, combinó con Alejandro Bernuncio, recibió la devolución, se metió en el área y sacó un zurdazo bajo, mitad tiro al arco y mitad buscapié. En el segundo palo, por detrás de un defensor, apareció el número 9 y la empujó al gol. Se metió adentro del arco, quedó de cara a la hinchada, agarró la red y mientras la sacudía gritó su conquista con todas las ganas. Después se abrazó con Bernuncio, tuvo tiempo de reconocer al Toto por la jugada previa, señaló al técnico que confió en él, elevó sus ojos al cielo y se besó la camiseta azulgrana. Hacía solo 16 minutos que se la había puesto por primera vez. Había nacido un romance.

Claudio Darío Biaggio nació en La Pampa, el 2 de julio de 1967. En su provincia natal jugó en General Belgrano y All Boys de Santa Rosa. Después fue a probar suerte en Uruguay. Pasó por Peñarol y Danubio y llegó a San Lorenzo en marzo de 1993.

Un par de meses antes el Beto Acosta fue transferido a Boca y dejó un vacío que parecía imposible de llenar. Llegó el Diablo Monserrat para acompañar el talento de Pipo Gorosito y el atrevimiento de los pibes, el Toto García y el Yaya Rossi. Con ellos, del medio para adelante la creación de fútbol estaba garantizada. Pero faltaban los goles. Y el Pampa los hacía en Uruguay.

Su nombre comenzó a mencionarse y como suele suceder en estos casos, apareció más de un pretendiente. Se metió en la puja Independiente también, pero finalmente llegó a Boedo, con el Torneo Clausura ya empezado.

Debutó en la quinta fecha, contra Talleres, en la cancha de Huracán. Fue el 14 de marzo de 1993. San Lorenzo goleó 4 a 1. Biaggio hizo el primer gol, participó en el tercero convertido por Carrizo y recibió los primeros aplausos de parte del pueblo azulgrana.

Dos semanas después volvió a mostrar sus credenciales. Fue una inolvidable mañana en la cancha de Boca. Perdíamos 1 a 0. En una ráfaga de dos minutos lo dimos vuelta. Primero empató Monserrat con un cabezazo. Después Rossi jugó con Gorosito, Pipo devolvió la pared con un taco delicioso, el Yaya gambeteó al arquero, remató cruzado y el Pampa la empujó en el segundo palo. 4 a 3 fue el marcador final de aquel heroico triunfo en la Bombonera, cuando el Pampa inauguró su saludable costumbre de anotar en los clásicos, esos goles que el hincha no se olvida nunca más.

Tuvo un arranque explosivo. En sus primeros 6 partidos convirtió 5 goles. Uno de ellos, a través de un penal que pateó lesionado contra Estudiantes. Por esa lesión quedó marginado 40 días de las canchas. Aun así, en ese primer año en el club hizo 12 goles.

El jueves 16 de diciembre de 1993 inscribió para siempre su nombre en la historia del club al hacer el primer gol en el estadio “Pedro Bidegain”, a los 20 minutos de iniciado el partido amistoso contra la Universidad Católica de Chile, la noche de la inauguración de la ansiada nueva casa.

En 1994 marcó 10, la mitad de ellos para contribuir al subcampeonato del Torneo Apertura, el preámbulo de lo que iba a ocurrir en la siguiente temporada.

En 1995 se ganó el corazón de la gente definitivamente. Sus goles fueron fundamentales y determinantes para que San Lorenzo pudiera finalmente salir campeón después de 21 años. Con 9 conquistas fue el goleador del gran equipo del Bambino Veira en la inolvidable consagración en el Torneo Clausura. Algunos de sus tantos quedaron marcados a fuego en el corazón de todos los cuervos; los que marcó en las victorias contra Independiente y Racing en Avellaneda y los que anotó en dos noches épicas en el Bidegain: el doblete a Huracán y sobre todo uno de los goles más gritados en la historia de ese estadio: el impresionante cabezazo que se clavó en el ángulo del arco de Boca, en el partido decisivo que encarriló inexorablemente al Ciclón en el camino al triunfo.

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En el Torneo Apertura ’95 continuó con su voracidad goleadora. Convirtió 10 veces, incluyendo dos “hat-tricks”, contra Newell’s y contra Banfield. Sus destacadas actuaciones le valieron una merecida convocatoria a la Selección Argentina. Daniel Passarella lo convocó varias veces, pero solo lo puso en un partido contra Venezuela en Mendoza.

En 1996 hizo 7 goles en la Copa Libertadores. Su nivel presagiaba una transferencia al exterior. Y no tardó en llegar. En julio de ese año se fue al Girondins de Bordeaux de Francia. Retornó a San Lorenzo en febrero de 1997. Ya no estaba el Bambino Veira, el técnico que más influencia tuvo en su carrera. Con el Profesor Castelli tuvo una temporada extraordinaria. Hizo 18 goles. Pero lo más notable es el récord nacional que logró al convertir en 10 partidos consecutivos. En la fecha 15 del Torneo Clausura le marcó un tanto a Newell’s y a partir de ahí, el Pampa Biaggio hizo goles en todos los encuentros que jugó. Fueron 11 en 10 partidos. La espectacular racha terminó en la fecha 7 del Apertura, con otro grito frente a Newell’s. Semejante marca aún no ha sido superada.

En 1998 hizo 11 goles, el más importante para ganarle un clásico a Boca, el día que debutó como entrenador el Coco Basile y se inauguró el techo de la platea Norte del Bidegain.

1999 fue su última temporada en el club. Pero no llegó a terminarla: al finalizar el primer semestre, el presidente Miele encargó al técnico Oscar Ruggeri una reestructuración del plantel que contemplaba la limpieza de los históricos. Así se alejaron entre otros Gorosito, Passet, Galetto, Manusovich y Rivadero. En el Clausura ’99 el Pampa convirtió su último gol vestido de azulgrana, casualmente a Talleres, quien había sido su primera víctima. El destino quiso que sea en el partido número 100 jugado en el estadio Pedro Bidegain, justamente él, protagonista del primer grito en ese escenario. Su último partido fue también por el mismo torneo, un empate 1-1 contra Newell’s, en Rosario. El equipo leproso fue su víctima preferida: le metió 8 goles.

Posteriormente se incorporó a Colón de Santa Fe. Vistiendo la casaca del equipo sabalero volvió una noche a la cancha de San Lorenzo. Recibió una plaqueta de reconocimiento, se llevó una merecidísima ovación de los cuatro costados y aplicando la inexorable ley del ex, nos hizo un gol que por supuesto no gritó.

En San Lorenzo jugó 200 partidos y convirtió 80 goles. Hizo 27 goles de cabeza y uno de penal. 14 fueron en partidos por copas internacionales. 21 los anotó en clásicos (5 a River, 5 a Independiente, 4 a Boca, 4 a Racing y 3 a Huracán). Fue expulsado 8 veces.

¿Pero cómo jugaba Biaggio? El Pampa fue uno de los mejores delanteros argentinos de la década del ‘90. Él mismo reconoce que técnicamente no era un virtuoso pero suplía esa carencia con una entrega notable. Se mataba adentro de la cancha, no daba una sola pelota por perdida y eso fue reconocido y valorado por la hinchada, que lo idolatraba y retribuía su entrega y sacrificio con aplausos.

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Su potencia física lo convirtió en un atacante muy difícil de marcar. Era fuerte pero también veloz. Sacaba provecho de esa virtud, chocando contra los zagueros rivales, abriendo huecos en la defensa para facilitar la entrada por sorpresa de los volantes. Tuvo como compañeros a mediocampistas dúctiles y talentosos como Gorosito, Silas, Galetto, Monserrat o el Toto García que lo abastecían. Él se desmarcaba para recibir bien ubicado sus pases y dentro del área era letal, tenía el arco entre ceja y ceja, no dudaba. Poseía varios recursos para definir, empujándola como los dos primeros que hizo en San Lorenzo o gambeteando al arquero, como el doblete a Racing en el Apertura ’97. Era un excelente cabeceador. El 34% de sus goles los hizo de cabeza.

Cuando llegó, vino con la misión de reemplazar al Beto Acosta. En ese momento jugaba el Yaya Rossi como wing derecho, bien abierto por la punta. Entonces el Pampa cumplía su función ubicándose más en las cercanías del arco. Lo mismo cuando después le tocó compartir ataque con el Perro Arbarello, que también se movía como puntero por ambos costados.

Desde que llegó, Héctor Veira confió ciegamente en él y le dio la titularidad. Le pedía sacrificio y goles y Biaggio respondía en la cancha. Pero en sus dos primeras pretemporadas en el club, el Pampa se desgarró. Entonces en la tercera, el Bambino apeló a una de sus frases memorables y le dijo a todo el plantel: “el Pampita es como una copa de cristal; si lo tocás mucho se rompe; entonces va a entrenar en un solo turno”. Para Veira era fundamental cuidarlo. Fue el DT que más lo marcó como jugador. Posteriormente, otros técnicos como Castelli o Basile, le pidieron que haga otro tipo de juego en la cancha.

El mismo Pampa lo explicó en un reportaje a la revista “Mi San Lorenzo Querido” en 1998: “Año tras año y con el paso de otros entrenadores, me fueron exigiendo otras cosas. Uno no puede quedarse parado en el área esperando la pelota. Además de estar listo a la hora de definir, un delantero completo debe marcar, correr, defender, ayudar a los volantes y asistir a los otros compañeros. Siento que crecí en todos esos aspectos. (…) Siento que, aunque no convierta un gol, le puedo ser útil al equipo.”

Mostró su versatilidad cuando formó una doble punta de lanza con delanteros de características de área, como Balín Bennett, el Gallego González, el Loco Abreu, el mismo Beto Acosta o incluso Bernardo Romeo. Biaggio bajaba a buscar la pelota, tenía más contacto con el balón y se tiraba a las puntas (como en aquel desborde y posterior centro atrás que terminó con el gol en contra de Corbalán en el 3-0 a Huracán en el Clausura ’95). Fue generoso asistiendo en varias oportunidades a todos los compañeros de ataque mencionados.

También a los volantes; como cuando habilitó a Pipo en el golazo del 10, el cuarto del Ciclón la mañana del 4-3 en la Boca; cuando asistió a Silas, para que el brasileño haga su primer tanto en San Lorenzo, en la victoria 1-0 sobre Boca, en el primer clásico disputado en el flamante estadio; o cuando dejó de cara al gol al Diablo Monserrat, en la goleada 5-1 a Huracán en el Apertura ’95.

De haber concretado todos los goles que erró por poco y la cantidad de tiros en los palos que metió hubiese llegado al centenar de conquistas. Igualmente Claudio Darío Biaggio entró en la historia de San Lorenzo: sus 80 goles lo convierten en el noveno máximo goleador del club en el profesionalismo y el tercero de los últimos 40 años.

Llegó siendo un desconocido y en muy poco tiempo se identificó para siempre con el club. Dentro de la cancha se mató por los colores y por eso se ganó el cariño y la gratitud del pueblo azulgrana. En aquella misma nota de 1998 expresaba así su agradecimiento:

“Me siento orgulloso de vestir esta camiseta y me siento muy orgulloso de los hinchas que tiene San Lorenzo. No creo que otro club tenga hinchas como los nuestros…” 

Sentite orgulloso Pampa. Hay una generación de hinchas que no creo que haya visto otro goleador como vos.


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