El Flaco Cousillas, el corazón de Boedo

Por Víctor Gabriel Pradel.


Iban 40 minutos del primer tiempo. Huracán le ganaba a San Lorenzo 1 a 0, cuando el árbitro Carlos Espósito cobró un penal para el club de Parque Patricios. Claudio Cabrera acomodó la pelota. Sabía que si transformaba la ejecución en gol, iba a estirar la ventaja y a San Lorenzo le iba a costar remontar el partido. Si el balón llegaba a la red, los quemeros lo iban a gritar como si fuera la final del mundo. Pero el Flaco les hizo atragantar el festejo. El arquero del Ciclón adivinó la intención de Cabrera, se arrojó sobre su derecha, atajó el penal y celebró besándose el buzo, ante el delirio de la hinchada de San Lorenzo que lo ovacionaba al grito de “Cousillas corazón, oh oh, Cousillas corazón”.

El envión anímico de esa atajada fue tan grande que cinco minutos después, Blas Giunta marcó el gol del empate. La locura invadió a los cuervos. Se olvidaron del gol del Globo marcado por el Toti Iglesias en claro off side (festejado por su autor en forma tan desaforada como insólita, frente a la hinchada del club que lo vio nacer).

La fiesta estaba en las tribunas. Una multitud azulgrana salió en caravana desde Avenida La Plata, copó el cemento del Ducó y durante más de dos horas humilló y verdugueó a los quemeros, mofándose del primer descenso de su historia. A ningún cuervo le importaba el resultado, sí, pero no daba perder contra Huracán justo ese día. Y el Flaco lo evitó y refrendó su condición de ídolo. Era el 20 de abril de 1986. Solo dos meses después el Globo se fue a la “B”.

Rubén Osvaldo Cousillas nació el 9 de mayo de 1957 en Roque Pérez, provincia de Buenos Aires. Se inició en el club Sarmiento de su ciudad natal, donde jugó 5 años. Federico Rocha, el presidente de esa entidad, lo trajo a San Lorenzo a principios de 1973. Lo ficharon en la séptima. Desde entonces el club fue literalmente su casa porque se quedó a vivir en las instalaciones de la Ciudad Deportiva. Ingresó a la  Facultad de Farmacia y Bioquímica, pero debió dejar los estudios a medida que fue escalando todas las divisiones inferiores.

En 1976 atajaba en la cuarta cuando la revista “El Ciclón” lo presentó en sociedad en una nota con un esperanzador título: “Es uno de los mejores arqueros del club”. Delante de él tenía a La Volpe, Irusta y César Mendoza.

En aquel primer reportaje a pesar de su juventud ya mostraba la humildad y los valores humanos que lo iban a destacar a lo largo de su vida. Priorizaba todo el tiempo a su familia: “Si ambiciono llegar a algo en el fútbol es para ayudarlos. Sería para mi una tremenda satisfacción”. Confesó que en un momento en el cual en su división no le salían las cosas, le pidió al técnico Oscar Montes que lo saque del equipo. Pero el entrenador lo respaldó y el Flaco recuperó el nivel.

Consultado acerca de sus características técnicas, así describía sus virtudes: “Gran elasticidad. Buen sentido de tiempo y distancia para ir a buscar pelotas aéreas y que abajo de los tres palos ataja bastante bien”. Y en cuanto a los aspectos a mejorar se auto aconsejaba: “Que aprenda a cortar mejor abajo. Que cubra con el cuerpo cuando sale a tapar, ante un delantero que entra libre y con la pelota dominada. También que saque mejor con el pie«. En ese sentido elogió al gran Mono Irusta: “Es serio y sobrio. Transmite tremenda seguridad. Además pegándole a la pelota no hay como él. La pone donde quiere. Yo estoy aprendiendo mucho porque desde que trabajo con el plantel superior lo hago a su lado«.

Y con mucha fe en sus condiciones, manifestó estar preparado para debutar en el primer equipo.

Pero para concretar su sueño debió esperar. El 17 de abril de 1977 por primera vez se sentó en el banco. Fue suplente de Ricardo La Volpe, en una victoria 2-1 sobre Argentinos Juniors en el Gasómetro. El técnico era Oscar Calics, que ocupó el cargo interinamente, por un problema de salud del entrenador Rogelio Domínguez. Su debut se produjo extraoficialmente en una gira amistosa por Brasil. El 29 de junio de 1977 en el estadio de Villa Belmiro, San Lorenzo cayó derrotado 1-0 ante el Santos y Cousillas ingresó reemplazando a Mendoza. El técnico ahora sí, era Rogelio Domínguez.

Durante todo 1978, salió varias veces en el banco de primera. Tanto Roberto Resquín como Adolfo Pedernera lo tuvieron en cuenta como alternativa de La Volpe y Mendoza. A fin de año, La Volpe, que se había consagrado campeón del mundo con la Selección Argentina, fue transferido a México y pareció abrirse una puerta.

Pero en 1979 llegó Carlos Bilardo y trajo al arquero uruguayo Walter Corbo. Cousillas pasó a préstamo a Almagro, en busca de continuidad. En el club tricolor jugó 30 partidos, en un gran nivel y dejó un grato recuerdo en sus hinchas.

En 1980 volvió a Boedo. Detrás de Corbo y Mendoza esperó pacientemente su oportunidad. En el Metropolitano de aquel año, San Lorenzo por primera vez sufrió de cerca la amenaza del descenso. En los últimos y decisivos partidos, Corbo se negó a ser suplente de Mendoza y Rubén Cousillas apareció en el banco. Con la salvación consumada, finalmente llegó su ansiado debut oficial en la primera de San Lorenzo. Carmelo Faraone lo puso como titular en la última fecha del torneo. Fue el 31 de agosto de 1980, en la cancha de Independiente. San Lorenzo empató 0 a 0 con el local. Esa misma tarde debutó también Jorge Rinaldi y jugaron otras jóvenes promesas del semillero, que en el futuro harían historia en el club, como Walter Perazzo y Rubén Darío Insúa.

El Flaco estaba tranquilo. Después del partido declaró: “No tuve mucho trabajo. Pero me sentí seguro, sin nervios. Es importante porque era mi debut. Eso me hace esperar el futuro con más optimismo”. La revista “El Ciclón” aprobó su actuación: “Sin mayores problemas. Ganó, empero, cuando debió intervenir en el juego aéreo. Por abajo también sacó un par de pelotas de larga trayectoria con solvencia y seguridad”.

En 1981 comenzó a afianzarse como el dueño del arco del Ciclón. Jugó 19 partidos del fatídico Metropolitano y 13 del Nacional.

Pero en 1982, el Toto Lorenzo quiso afrontar el Torneo de 1ª B priorizando jugadores experimentados sobre los juveniles. Llegaron dos arqueros de trayectoria, Suárez y Quiroga. El primero duró dos partidos. Quiroga jugó más tiempo pero después Cousillas se quedó con el puesto nuevamente. En el último partido que dirigió Lorenzo, contra Español, le devolvió la titularidad y el técnico que lo sucedió, José Yudica, se la respetó y además le dio la capitanía del equipo.

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En la gesta del ascenso, tuvo un nivel superlativo. Atajó 19 partidos y en 11 logró mantener la valla invicta. Con sus destacadas actuaciones se ganó el reconocimiento de la hinchada, que lo erigió en uno de sus ídolos, junto con los otros pibes del club, el Gallego Insúa y la Chancha Rinaldi. Los mismos que arrancaron relegados terminaron siendo los símbolos del regreso a primera división.

El Piojo Yudica no escatimó en elogios a la hora de analizar su desempeño en el campeonato: “Cuando llegué ya estaba jugando y creo que no me equivoqué al mantenerlo como titular. Tiene una gran personalidad, sabe realmente lo que quiere, y además se había juramentado volver a primera con San Lorenzo. Era una revancha que al final se le dio. Y que sin lugar a dudas la merecía. Desde el arco se encargó de transmitir seguridad a todo el equipo, hablando, ordenando y fundamentalmente atajando. Sentí una pena tremenda cuando se fracturó el dedo meñique de la mano derecha contra Morón y tuvo que quedarse afuera en las últimas fechas. Fue un verdadero capitán –lo designé por su conducta ejemplar- en todo el sentido de la palabra”.

Lamentablemente aquella fractura lo marginó de las canchas en la recta final del torneo, pero era tan importante para sus compañeros que con la mano enyesada continuó concentrándose con el plantel. Con el ascenso ya asegurado, estuvo a punto de lograr un hito insuperable. Es el único arquero de la historia de San Lorenzo de Almagro que firmó planilla como jugador de campo. En el último partido del campeonato, contra Banfield en la cancha de Vélez, Rubén Osvaldo Cousillas salió en el banco con la camiseta número 15. No podía atajar por la lesión en su mano, no obstante estaba previsto que ingrese unos minutos para jugar al medio. Pero el partido no terminó: la hinchada de San Lorenzo invadió el campo de juego para volver a dar la vuelta olímpica, cosa que ya había ocurrido antes de empezar, cuando llevaron en andas al técnico rival, un hijo dilecto de la casa: Héctor Rodolfo Veira. El encuentro fue suspendido, San Lorenzo perdió los puntos y los mismos le sirvieron a Banfield para clasificar al octogonal por el segundo ascenso. Hombre de fe, el Flaco después de la consagración cumplió la promesa de ir caminando a Luján en agradecimiento por el retorno de San Lorenzo a la “A”.

En 1983, con el CASLA de regreso en primera división, el Bambino Veira volvió a Boedo como entrenador y armó un hiper ofensivo equipo que motivó al pueblo azulgrana a seguir revolucionando el fútbol argentino. La fiesta en las tribunas se trasladó a las canchas y aquel team, si bien no pudo lograr ningún título, dejó grabado su avasallante juego en la memoria popular de los cuervos.

Cousillas siguió siendo el capitán y jugó 11 partidos en el Nacional (torneo en el que San Lorenzo finalizó invicto) y 18 en el Metropolitano, cuando el Ciclón finalizó subcampeón a un solo punto de Independiente.

Pero aquel fútbol generoso y audaz que proponía el Ciclón, traía como consecuencia cierta inestabilidad defensiva. Los arqueros comenzaron a rotar. Así fue que en el Nacional 1984 (San Lorenzo llegó a semifinales) el Flaco jugó un solo partido y el resto los atajó Quiroga. En el Metro en cambio, ya con Rogel como DT, jugó 25 encuentros. En uno de ellos, la victoria sobre Boca, 1 a 0 en la cancha de Vélez con gol de Crespín, cumplió una actuación descollante e inolvidable. “El Gráfico” tituló: “Boca perdió por Gareca, San Lorenzo ganó por Cousillas”. Fue tan colosal su tarea que después Rogel declaró: “En el descanso tenía ganas de hacer diez cambios. Era para dejar solo a Cousillas.”

En 1985 llegó al club José Luis Chilavert. El formidable nivel del arquero paraguayo postergó al Flaco que no pudo jugar un solo minuto en aquel año.

En 1986 solo atajó en 5 encuentros (uno de ellos el recordado al inicio de este relato, contra Huracán) pero el 7 de septiembre aun sin ingresar al campo de juego, fue protagonista de un hecho histórico: esa tarde nacieron los míticos Camboyanos. San Lorenzo le ganó 1 a 0 a Independiente en Avellaneda. Los jugadores no entrenaron ni jueves, ni viernes, ni sábado. El domingo, San Lorenzo presentó 11 jugadores titulares, 5 suplentes y ningún DT. Esa función la cumplió el arquero suplente, el querido Rubén Osvaldo Cousillas.

El Piojo Yudica ya decía en el ‘82 que el Flaco era el técnico dentro de la cancha. La vocación, la capacidad y el liderazgo los tenía. El gran Lucho Malvárez, integrante de aquel grupo de hombres legendarios (y quien los bautizó también) dijo: «Nosotros lo elegimos porque tenía carisma y veía muy bien el fútbol. Me acuerdo que cada vez que pasaba Ricardo Bochini por mi banda, me gritaba: ‘¡Tiralo contra los carteles!”.

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Un golazo de Perazzo puso arriba en el marcador al Ciclón, que defendió con sangre aquella mínima ventaja. Y el arquero suplente/técnico, no se ruborizó en mandar a la cancha a dos defensores más para asegurar la épica victoria de ese grupo de gladiadores vestidos de azulgrana que derrotó en su cancha al entonces puntero del fútbol argentino. Quince años después volvería a dar indicaciones desde el costado de la raya de cal…

Un par de meses más tarde hubo otro momento emotivo, donde Rubén Cousillas volvió a hacer gala de su tremendo sanlorencismo. El 30 de noviembre del ’86 San Lorenzo empató 1 a 1 con Gimnasia, en la cancha de Boca. Ese domingo, antes del partido, Chilavert ya había firmado la planilla e iba a salir a la cancha como titular, pero minutos antes en el vestuario, se agarró a trompadas con Málvarez. Tras el incidente, el paraguayo le dijo al técnico Juan Carlos Carotti que no estaba en condiciones anímicas para jugar. Y se fue. Cousillas, que hacía tres noches que no dormía por cuidar en el Hospital Francés a su hermano enfermo y recién operado, salió a custodiar los 3 palos del arco azulgrana, aun sin estar en las mejores condiciones.

En 1987 jugó 6 partidos. Serían los últimos luciendo el buzo y los guantes de su amado San Lorenzo.  Pero se despidió con un par de actuaciones memorables. Chilavert fue expulsado contra River y las dos fechas de suspensión que recibió, abrieron una ventana para el regreso del Flaco a la titularidad. El 15 de febrero los Camboyanos volvieron a derrotar a Independiente, esta vez 2-1 en la cancha de Boca.  Cousillas se atajó todo. Tras el partido, en una conmovedora nota que le hizo “El Gráfico” declaró: “Pensé en tanta gente.  En mi hermano que estuvo tan enfermo y gracias a Dios se está recuperando. Mirá que había gente en la cancha eh, pero al salir para el segundo tiempo lo vi justito en la platea. Después lo miraba a cada rato y él me hizo señas de que faltaban 10 minutos. Al final volví a verlo y lloré, por él, por todas las cosas que pasó, por mi, por mi viejo que se habrá comido la radio, por Roque Pérez, por mi nena Yanina Soledad, que tiene solo dos años y medio y cuando me vine para la cancha me despidió con un ‘Suerte, papi’, porque sabía que hoy jugaba, la madre la preparó. Que sé yo, pensé en todos los que están siempre conmigo, los que me alientan en la mala…”.

Tras aquella victoria, Los Camboyanos alcanzaron la punta del torneo. El Flaco demostró tener también dotes de visionario: “Este plantel tiene hambre de gloria, hambre de plata, si no la pierde puede ser campeón. Incluso lo merecería por todo lo que le tocó vivir. Si se llega a dar este equipo va a quedar en la historia del club y en el corazón del hincha”.

Cinco días después, San Lorenzo empató 0-0 con Instituto en Córdoba y jugó uno de los mejores partidos de su vida. Sus múltiples atajadas (entre ellas una triple salvada de antología) evitaron la derrota del Ciclón. “El Gráfico” lo calificó con 9 puntos y le dedicó una nota que concluyó con una magnífica definición: “El Flaco Cousillas, 29 años, 15 en San Lorenzo, el 12 en la camiseta, un 10 en la vida”.

Pero a pesar de su descomunal actuación, en los vestuarios sorprendió con una declaración que lo pinta entero, en su real magnitud de deportista cabal: “Creo que tendría que volver a jugar Chilavert. Él estaba en el arco y le corresponde. Siempre pensé así y aunque parezca que me estoy borrando, creo que es lo correcto«.

Posteriormente Víctor Hugo Morales lo entrevistó en su programa de radio y lo llenó de elogios: “Dijo que yo era de otro planeta, que mi actitud no era normal en un ambiente tan competitivo, donde todos se sacan los ojos por un lugar y está en juego mucha plata. En ese programa yo le conté de donde era, y a partir de ahí el empezó a decir en sus relatos «El hombre de Roque Pérez»«.

Jugó 4 partidos más, los últimos del Torneo ‘86/’87. Lamentablemente el equipo se desinfló en la recta final del campeonato y no pudo lograr el título. Finalmente San Lorenzo no salió campeón, pero vaya si Los Camboyanos quedaron en la historia del club y en el corazón del hincha…

Su último partido defendiendo el arco del club de sus amores fue el 2 de mayo de 1987. San Lorenzo goleó 5 a 2 a Talleres, en la cancha de Boca. Pero no alcanzó. Necesitaba marcar un tanto más para clasificar por diferencia de gol a la Liguilla Pre Libertadores. Sobre el final Ortega Sánchez falló un penal. Hubiera sido un acto de justicia que aquellos guerreros jueguen la Copa.

En aquellos 3 años en los cuales estuvo a la sombra de Chilavert (algo similar a lo que le había ocurrido a uno de sus referentes en el arco, el Mono Irusta con Buttice) la hinchada lo amó aún más. Según el reglamento de la época, después de hacerse los dos cambios permitidos, los otros tres jugadores suplentes debían retirarse a los vestuarios. Así se hizo costumbre que promediando el segundo tiempo, el Flaco diese toda la vuelta al campo, pasando por delante de la tribuna azulgrana antes de meterse al túnel. El grito de “Cousillas corazón” atronaba en el estadio y él devolvía el gesto besando su buzo. Un gigante. “El banco es duro, muy duro, es como un artista que ensaya toda la semana y el día de la función no lo dejan actuar. Lo acepto porque soy un profesional para cobrar y para cumplir las órdenes. Y porque me ayuda la gente. Nadie discute a Chilavert, pero me quieren a mí. Me corean hasta cuando voy al banco…”. ¿Cómo no lo íbamos a querer? Si era el “jugador-hincha”.

El 15 de junio de 1987, después de defender el arco azulgrana en 118 partidos, Rubén Osvaldo Cousillas se desvinculó de San Lorenzo como jugador profesional. Los dirigentes le dieron el pase libre. Respecto a esa decisión, el Flaco había dicho antes: “Creo que es un gran gesto de parte de ellos que me enaltece y lo siento como un reconocimiento”.

Con el pase en su poder emigró a Colombia. Firmó con Millonarios, un grande del fútbol colombiano que hacía 9 años no salía campeón. No quería irse para no abandonar a su hermano, Alberto, ante el difícil trance de salud que estaba atravesando. Pero el hermano lo convenció: “Andá Flaco, demostrame que vos sos buen arquero y traeme el título”.  Y Millonarios ganó los 3 torneos que disputó en el ‘87, con una campaña histórica en la que estuvo 22 partidos invicto.

Cousillas tuvo una intervención decisiva al atajar un penal en el clásico bogotano contra el Independiente Santa Fe. Años después hizo esta emocionante confesión ante un medio partidario de su ex equipo: “Yo en ese momento tenía en el guante mío la foto de mi hermano. Cuando entré a la cancha, la llevaba entre los guantes y con la humedad de la noche, del rocío, se me había desteñido la foto y me había quedado parte de la cara de mi hermano en el guante. Cuando iba a patear Taverna le dije a mi hermano: ‘Ayudame, tengo que atajar este penal’. Y no sé por qué,  me tiré para la izquierda, una cosa rara porque Taverna los tiraba siempre a la derecha y bueno me tiré para la izquierda y lo atajé. Por eso después le agradecí al cielo porque fue una cosa muy rara, son cosas del destino y una alegría muy grande para toda la gente de Millonarios y para mi, porque nos ayudó a ganar el título. Y bueno, después al final la vida me dio la posibilidad de ser campeón pero él ya no estaba. Se fue 15 días antes de que nosotros seamos campeones”.

Rubén Osvaldo Cousillas, un hombre de bien, en paz con su conciencia, había cumplido la palabra que le dio a su hermano.

En 1988 (tras jugar con Millonarios la Copa Libertadores que no pudo disputar con San Lorenzo) volvió a Argentina. Jugó en Mandiyú de Corrientes (del ’88 al ’91), Vélez (1991), Deportivo Morón (1992) y Argentinos Juniors (del ’92 al ’95). Pasó por Huachipato de Chile en el ’95 y en 1996 se retiró en el club donde nació, Sarmiento de Roque Pérez, cumpliendo la triple función de arquero, técnico y presidente.

Fue una promesa que le había hecho a Federico Rocha, su segundo padre, aquel hombre que lo trajo a San Lorenzo: «Antes de morir, me pidió que terminara la carrera en Sarmiento. Yo era su orgullo: fui el único salido de su club que triunfó en Primera. Y en el 96, por seis meses, atajé y dirigí a la vez. Yo tenía 38 años y fue una revolución. Llegué, el equipo estaba último y terminamos subcampeones. Hubo elecciones y también quedé como presidente. Después me fui con Chiche Sosa a Argentinos, pero igual seguía dirigiendo. Ganamos cuatro campeonatos consecutivos y varios títulos más».

El hombre de Roque Pérez no le fallaba a su gente. Dirigía al club de su pueblo mientras al mismo tiempo era ayudante del técnico de AAAJ. Más tarde hizo lo mismo, entre noviembre de 1998 y diciembre de 2000, cuando fue el segundo de Oscar Ruggeri en San Lorenzo.

Y desde febrero de 2001, cuando Manuel Pellegrini (recomendado por Gorosito y Acosta) llegó de Chile y asumió como colaborador del ingeniero, hasta el 2003, repitió el hábito con asombrosa puntualidad: tres veces por semana, cuando terminaba su jornada de trabajo cerca de las 20, subía al auto, manejaba 135 kilómetros y llegaba a su pueblo natal, de 8 mil habitantes. A las 22, estaba en la cancha de Sarmiento, dirigiendo el entrenamiento hasta la medianoche: “Fue una linda locura que hice con el corazón. Era una promesa que había hecho y no podía dejar de cumplirla”. Un hombre de honor.

En aquel inolvidable 2001 el San Lorenzo de Pellegrini, con el Flaco Cousillas sentado a su lado, fue el campeón del Torneo Clausura, batió el récord histórico de partidos ganados en forma consecutiva en la historia del fútbol argentino y conquistó también la Copa Mercosur. En el certamen internacional Cousillas volvió a dirigir técnicamente a San Lorenzo. Fue el 27 de septiembre, contra Flamengo. El chileno no viajó a Brasil y el Flaco se hizo cargo del equipo. Fue derrota 1-2, pero no importó. Cuatro meses el Ciclón se tomó revancha y le ganó la final al mismo rival.  Fue el génesis de una exitosa alianza que continuó en River, Villarreal, Real Madrid, Málaga, Manchester City, Hebei China Fortune, West Ham y aun hoy sigue cosechando éxitos, en el Betis. Pero esa es otra historia…

Y la historia de Cousillas en San Lorenzo es más rica todavía. El cordón umbilical siguió intacto aun cuando dejó de jugar en el club. Era difícil imaginárselo con otra camiseta pero las vueltas de la vida lo llevaron a enfrentarse 8 veces contra el CASLA: 4 atajando para Mandiyú y 4 para Argentinos Juniors. Solía tener rendimientos inspirados a tal punto que una sola vez (en Corrientes) lo pudimos derrotar. Los resultados fueron lo de menos: lo destacable son las ovaciones que se llevaba de parte de la Gloriosa hinchada de San Lorenzo, a las que él respondía agradeciendo efusivamente: “Lo de la gente de San Lorenzo conmigo ha sido increíble y yo creo que no le di tanto. Una vez, jugando con Argentinos, íbamos ganando, pero me alentaban tanto que me apuraba para sacar porque sentía que le fallaba a la hinchada de San Lorenzo si demoraba, ¿entendés?”.

Se refería al partido en la cancha de Ferro, en el Clausura ’95. Pero anteriormente, el 9 de septiembre de 1994, Cousillas atajó para AAAJ en el empate 0 a 0 entre los de Boedo y los de La Paternal, en el entonces flamante estadio Pedro Bidegain. De esa manera, el Flaco tuvo el inmenso honor y privilegio de jugar en el Gasómetro (en tercera) y en el Bidegain, las dos canchas que (hasta hoy) tuvo San Lorenzo en toda su historia.

Ejemplo brutal de sanlorencismo, identidad y pertenencia azulgrana, a la distancia sigue echando de menos a su club: «Si podemos recuperar el estadio en Boedo la gente se va a poner muy contenta. Cualquier colectivo te dejaba en el viejo estadio, era uno de los mejores de la Argentina. Yo viví Avenida La Plata y viví la Catedral porque iba al Salón San Martin, los carnavales, el equipo del 72; era todo muy lindo».

«Estoy muy agradecido con el hincha, lo quiero mucho y lo tengo en mi corazón en todo momento. La verdad no hablo mucho pero cuando se trata de San Lorenzo no se puede decir que no. He trasnochado por ver a San Lorenzo. Soy hincha fanático».

«Cuando yo tome la decisión y en San Lorenzo estén buscando gente, no voy a dudar en volver»
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Pero solo vuelven los que se fueron. Y vos no te fuiste nunca, Flaco querido…


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