El «Ruso» Siviski, el motor de los Camboyanos

Por Víctor Gabriel Pradel.


San Lorenzo debía enfrentar a Racing por la final de la Liguilla 1988, buscando clasificar para la Copa Libertadores después de 15 años. Por lesiones y suspensiones no podían jugar ninguno de los cuatro delanteros: Tedini, Perazzo, Ahmed y Pino Hernández. Entonces el Bambino Veira, el más extraordinario motivador de nuestras canchas, hizo gala de sus recursos. “Lo agarré al Ruso y le dije: “Escuchame, ¿lo viste jugar a Klinsmann, el alemán? Bueno, vos vas a ser Klinssssssssmann, te voy a poner de delantero. No entendía nada. Lo puse a él y a Ortega Sánchez arriba y ganamos 2-0. ¡Klinsmann le dije…!”.

El Ciclón jugó un partido magnífico. Apabulló a Racing en su cancha y Siviski la descosió. Como delantero jugó tan bien como de volante. Lo que es mucho decir, porque fue un mediocampista espectacular, con un despliegue asombroso. El Ruso fue el primer carrilero del fútbol argentino.

Darío Andrés Siviski nació en Avellaneda, el 20 de diciembre de 1962. Se inició en las divisiones inferiores de River, en 1978. A los 15 años fue fichado para la sexta. Escaló categorías hasta llegar a la reserva. Después pasó a Temperley. Ingresó en la cuarta pero rápidamente debutó en primera división, el 12 de diciembre de 1981 en un partido contra Tigre. En 1982 le convirtió un gol a San Lorenzo en el encuentro preliminar jugado en la cancha de Boca. Ese mismo año integró el plantel celeste que consiguió el ascenso a la primera “A”. En 1983 y 1984 comenzó a tener continuidad como titular, jugando de marcador de punta derecho. En 1985 pasó a préstamo al Toluca de México. Sus buenos rendimientos motivaron a los mexicanos a hacer uso de la opción de compra, pero regresó al Sur porque Temperley pidió más dinero.

A mediados de 1986 fue contratado por San Lorenzo de Almagro, a instancias del entrenador Nito Veiga, que lo pidió insistentemente. Con la camiseta azulgrana debutó el 13 de julio, por la primera fecha del torneo 86/87, en un empate 1-1 contra Central, en la cancha de Boca. El Ruso rápidamente se ganó la titularidad como volante por la derecha. Pero (tal como sentenciara luego el gran Lucho Malvárez) San Lorenzo en ese instante, literalmente era Camboya. El club, hundido en una crisis institucional y económica, se caía a pedazos. Solo dos meses después del debut de Siviski, Nito Veiga renunció a su cargo, antes de enfrentar a Independiente en Avellaneda. San Lorenzo afrontó ese partido sin director técnico. Los jugadores no habían visto una sola moneda por los premios de los puntos ganados hasta ese momento. Pero en una conmovedora demostración de amor propio y respeto por la camiseta, aquellos gladiadores jugaron por la gente y se llevaron una épica victoria. Habían nacido los Camboyanos.

Ese grupo de guerreros, que a veces debían bañarse con agua mineral y ni camisetas tenían, logró una comunión con el pueblo azulgrana que jamás se volvió a repetir. “Éramos una prolongación de la gente en la cancha”, definió brillantemente el Ruso. La hinchada recibió ese mensaje. Se identificó con el equipo y lo siguió fiel y orgullosamente por todas las canchas.

Darío Siviski era una pieza clave. Integró un excelente mediocampo con Blas Giunta, Ortega Sánchez y Leonardo Madelón (después Rubén Romano). Su polifuncionalidad le permitía jugar eventualmente en todas las posiciones de la media cancha con la misma eficacia. Era uno de los emblemas del equipo. La tribuna se levantaba al verlo trepar por la punta derecha, con sus rubios rulos al viento y la “8” en la espalda. Bien abierto por el costado, su tremenda dinámica para ir y venir trazaba un surco en el andarivel diestro. Era un futbolista completo: marcaba, recuperaba y se lanzaba al ataque, con velocidad, potencia y también habilidad. Podía arrancar como un 4 “bis”, recorrer toda la banda y con la misma facilidad llegar al fondo como un wing y tirar buenos centros, tanto como hacer diagonales y aparecer por sorpresa adentro del área para definir, incluso haciendo goles de cabeza, aprovechando su capacidad de elevación.

Pese a los interminables sobresaltos, los Camboyanos pelearon el campeonato 86/87. El equipo (dirigido por Tito Carotti) seis fechas antes del final iba puntero pero lamentablemente se cayó. En ese torneo el Ruso marcó sus dos primeros goles con la azulgrana. Su debut en la red fue en un 4-2 a Platense, una noche en la cancha de Vélez. El segundo grito llegó en el último partido del certamen, después de un golazo de taco en la goleada 5-2 a Talleres en la Bombonera.

Siviski fue una de las revelaciones del fútbol nacional y sus destacadas actuaciones no pasaron inadvertidas para Carlos Salvador Bilardo. La Selección Argentina había ganado el Mundial de 1986 y tras la consagración, el Ruso fue el primer futbolista convocado por el Narigón en el nuevo proceso. El campeón del mundo estrenó su título en un amistoso contra Italia en Suiza, el 10 de junio de 1987. Siviski integró el medio campo con Olarticoechea, Batista, Maradona y Alfaro. Jugó de titular, siendo reemplazado a los 40’ del segundo tiempo por Caniggia.

Luego formó parte del plantel que participó en la Copa América, disputada entre junio y julio del ’87 en nuestro país. Llamativamente usó la camiseta número 12. Ya instalado en el seleccionado, se ganó la simpatía de Diego Maradona: “Diego era un fuera de serie y me recomendó para ir al Nápoli, al punto que vino un enviado del club, pero Miele, el presidente de San Lorenzo, siempre salía pidiendo otra cosa de lo establecido originalmente y la operación se frustró. En mi lugar fue Alemao, pero Diego siempre me decía: ‘Si vos venías, éramos campeones de todo’”.

Durante la realización del certamen continental, Boca Juniors le hizo una oferta a San Lorenzo de 350.000 dólares por el rubio volante. El presidente azulgrana, Fernando Miele, y el vice xeneize, Carlos Heller, acordaron la transferencia. Pero el 26 de junio, en una asamblea extraordinaria, el pase de Siviski a Boca se cayó por la presión de la hinchada del Ciclón, que al igual que en el ’68 con el Lobo Fischer y en el ’80 con Mario Rizzi, impidió una venta a un acérrimo rival.

En el mes de agosto del ’87 volvió a vestir la celeste y blanca en los Juegos Panamericanos de Indianápolis.

De regreso al fútbol local, en el campeonato 87/88 la rompió. San Lorenzo volvió a ser protagonista y luchó por la punta hasta el final, alcanzando el subcampeonato. El Ruso alcanzó un nivel magnífico. Convirtió 6 goles, tres de ellos sirvieron para ganar clásicos. El más recordado lo consiguió al conectar un gran centro de Romano, con un estupendo cabezazo que enmudeció a la cancha de Boca. Fue victoria del Ciclón sobre nuestro hijo eterno, 1-0, la tarde de la sorpresiva salida de Bora Milutinovic.

Ya bajo la conducción de Héctor Veira, le hizo uno a Racing (3-0 en la cancha de Huracán) y otro a Independiente (2-0 en Vélez). Tras finalizar ese torneo, se jugó la Liguilla que clasificaba a un segundo equipo argentino para la Copa Libertadores de América. Tras eliminar a Mandiyú y a Vélez, San Lorenzo enfrentó en la final a Racing, que venía de ganar la Supercopa Sudamericana y era el favorito de la prensa. El Ciclón, deshilachado por las lesiones, sin delanteros, fue de punto a Avellaneda. Pero eran los Camboyanos. Tenían el espíritu de los Forzosos de Almagro: para ganarles había que romperse todo. Y Racing no pudo. El Ciclón hizo un partido memorable en el Cilindro y ganó claramente, 2-0, siendo muy superior a su rival, con una actuación superlativa de los volantes devenidos en delanteros, el Beto Ortega Sánchez y el Ruso Siviski, que esa noche, tal como se lo pidió el Bambino, “jugó de Klinsmann”. En la revancha en Vélez, Racing se impuso por la mínima diferencia pero no le alcanzó. San Lorenzo volvió a la Copa Libertadores y su gente celebró la obtención de la Liguilla como un título más.

Apenas dos días después de esa consagración se anunció públicamente la concreción de una mega transferencia entre San Lorenzo y River que extraoficialmente estaba acordada semanas antes: el trueque de Chilavert y Siviski por Goycochea y Gorosito. Los cuatro futbolistas entrenaron en sus nuevos clubes y Goyco y Pipo fueron anotados en la lista de buena fe de San Lorenzo para jugar la Libertadores. Incluso Gorosito debutó con la camiseta más linda del mundo jugando el primer partido de la Copa, frente a NOB. Pero el cuerpo médico del CASLA detectó que Goycochea padecía una inflamación en su hombro izquierdo y anunció que el arquero debía guardar 45 días de reposo, mientras se le harían nuevos estudios para comprobar la gravedad de la lesión, dejando la operación en suspenso. El Ruso había sido pedido especialmente por César Luis Menotti, que pretendía ponerlo de enganche. Así recuerda la frustrada negociación: “Firmé el contrato con River, me hice la revisión médica y me saqué la foto con la camiseta. Marchaba todo impecable y me fui con la selección a una gira por Australia. Cuando volví dos semanas después, mi familia, que me estaba esperando en Ezeiza, me comentó que la operación entre San Lorenzo y River se había deshecho. Sinceramente, no lo podía creer, pero era así, porque Goycochea no había pasado la revisación médica por un problema en el hombro. Sin comerla ni beberla, fui el de los cuatro que se quedó sin nada, porque Goyco se fue a Colombia, Chilavert al Zaragoza, Gorosito la rompió en San Lorenzo y yo volví al club, pero sin poder jugar la Libertadores porque no me habían anotado en la lista”…

San Lorenzo y River anularon todo y Siviski quedó colgado. Lamentablemente no pudo jugar la Libertadores (donde San Lorenzo llegó a semifinales). Su presencia, sin dudas, hubiera potenciado aún más las posibilidades del Ciclón. Hubo un interés del Sporting de Lisboa, pero las gestiones no llegaron a buen puerto. No obstante, en el mes de septiembre volvió a representar a la Argentina, siendo titular en el seleccionado nacional que participó de los Juegos Olímpicos de Seúl 1988. Recién en noviembre reapareció con la “8” azulgrana, para el campeonato 88/89. En ese torneo, tras otra sangría, el Bambino tuvo que reinventar el plantel. En la línea de volantes jugaban Siviski, Bernuncio, Gorosito y Rifourcat. El Ruso mantuvo el nivel, marcó 7 goles (entre ellos otro a Racing, en una victoria 2-0 en Vélez). Y el equipo siguió siendo competitivo. Clasificó una vez más para jugar la Liguilla Pre Libertadores. La final fue cuando Gorosito y Acosta destruyeron a Boca, en la Quema, con la humillante e histórica goleada 4-0. Esa tarde Darío Siviski hizo un gol y fue el socio ideal de la fantástica dupla.

Para el campeonato 89/90 el plantel ya estaba desmantelado. Solo Siviski y Acosta quedaban como símbolos y estaba claro que iban a ser vendidos en cualquier momento. Los refuerzos no estaban a la altura, el Bambino Veira ya no podía sacarle agua a las piedras y se fue cuando terminó la primera parte del certamen. Lo reemplazó Roberto Saporiti. Fue un torneo de transición, no obstante lo cual el Ruso hizo 5 tantos más. Siguió con la sana costumbre de convertir en los clásicos (uno a Independiente, en un 3-3 en Ferro y nuevamente a Racing, de cabeza, 2-2 en Avellaneda). Ese fue el último gol que hizo con la azulgrana.

En 1990 lamentablemente se quedó afuera del Mundial: “Estuve en todo el período entre los dos mundiales (86 y 90) con la mala suerte de tener una lesión en los meniscos poco antes que Carlos (Bilardo) diese la lista. Me recuperé, volví a jugar, recuperé el nivel, pero me quedé afuera de la Copa del Mundo de Italia porque él consideró que no iba a estar al 100%. Era un persona muy especial en todo sentido, incluso allí, que llevó a algunos muchachos que tampoco estaban del todo bien, pero él los esperó. En mi lugar viajó Néstor Lorenzo, pese a que yo tenía toda la ropa lista, pero no era para mí”.

En el Apertura ‘90 se despidió de San Lorenzo. Solo jugó las primeras cuatro fechas. Su último partido fue el 9 de septiembre de 1990, en la cancha de Ferro, un empate 0-0 contra Huracán, que venía de estar cuatro años en la “B”. En octubre de ese año fue transferido a Europa. Tenía una oferta del Leeds United, pero finalmente se fue al Servette de Suiza por 275.000 dólares, según declaró en su momento Fernando Miele. Parte de ese dinero se utilizó para la construcción de la platea Norte del estadio Pedro Bidegain. En las cuatro temporadas que defendió la casaca del Ciclón jugó 127 partidos y convirtió 21 goles.

De regreso de Europa, para la temporada 91/92 firmó para Independiente. Fue dirigido primero por Ricardo Bochini, en su fugaz paso como entrenador y después por el maestro Nito Veiga, el mismo que lo pidió para San Lorenzo. Con la camiseta roja enfrentó al Ciclón dos veces. La primera, una tarde en la cancha de Ferro, donde éramos locales, en un empate 2-2. El Ruso recibió la ovación del pueblo sanlorencista; después aplicó la inexorable ley del ex y nos convirtió un gol, que por supuesto no gritó. En la 92/93 jugó en Estudiantes, donde enfrentó a San Lorenzo por última vez. Después pasó por el Avispa Fukuoka de Japón (allí tuvo como manager a Hugo Maradona, el hermano de Diego), Universitario de Tandil y cerró su carrera retirándose donde comenzó, en Temperley, en la temporada 97/98.

Totalmente identificado con San Lorenzo, donde alcanzó el pináculo de su carrera, fue fundamental en su rol empresarial para la llegada de Ramón Díaz en 2007. Vinculado afectivamente a los colores azulgranas fue siempre consecuente con ese cariño. Al irse del club en 1990 declaró: “En San Lorenzo dejé parte de mi vida”. Más de treinta años después el sentimiento es el mismo: “Si me tocara en la vida volver a nacer elegiría volver a ser jugador de fútbol y de San Lorenzo porque es una institución que te da orgullo vestir la camiseta”.

En su momento de esplendor rompió el paradigma del clásico número “8”. Fue un adelantado a su tiempo. Por su asombrosa dinámica y despliegue se decía por entonces que era un “volante europeo”. Si el Ruso fuera futbolista en la actualidad, donde enumeran las pelotas recuperadas, cronometran todo tipo de porcentajes y computan la cantidad de kilómetros recorridos en un partido, sería el líder de todas las estadísticas. Porque Darío Andrés Siviski fue el primer carrilero del fútbol argentino.


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