La evolución de los sistemas de juego a través del tiempo: parte 5, San Lorenzo campeón en 1968

Por Víctor Gabriel Pradel.

4-3-1-2

Ríos de tinta se han escrito sobre el primer campeón invicto de la historia del fútbol argentino. Hace tiempo que dejó de ser un equipo de fútbol para convertirse en una leyenda. Juvenal, ilustre redactor de “El Gráfico”, dejó plasmada esta semblanza: “Era un equipo que lo tenía todo: grandes jugadores, planteo inteligente, dinámica funcional, capacidad para manejar la pelota, facilidad para llegar y potencia para matar, sobre todo en los segundos tiempos”.

El sabio maestro Tim, trajo el típico y tradicional estilo brasileño, de toque y pelota al piso, pero preocupándose en destacar que los jugadores debían rotar y que siempre la pelota tenía que ir para adelante.

Los Matadores comenzaron el torneo jugando un 4-5-1. Los volantes eran Telch, amo y señor del centro de la cancha; Rendo y Cocco con un despliegue notable por derecha y por izquierda respectivamente; y un poco más adelante 2 enganches talentosos, Veira y Veglio. Con ellos alternaba Tojo, zurdo fino y de calidad. El único delantero bien de punta era Fischer. Al cabo de 3 fechas se lesionó el Bambino y entró Pedro González, que jugaba de wing derecho. Entonces quedó un 4-3-1-2, con el Lobo tirándose a la izquierda, desde donde hacía prevalecer su potencia goleadora y permitiendo que el Toti sea una especie de media punta con mucha presencia en el área, por lo cual el esquema elástico a veces se convertía en 4-3-3.

Todos rotaban, buscaban la pelota, no la esperaban. Llegaban a posiciones ofensivas (todos los volantes y delanteros hicieron goles) triangulando, tirando paredes y siempre tocando para adelante.

Incluso el enorme Rafael Albretch, patrón de la defensa, se mandaba constantemente al ataque, quedando el fondo por momentos con tres jugadores: el recio y expeditivo Calics en la zaga y en los laterales, el extraordinario Sapo Villar, dominando la punta derecha con su manejo exquisito y el sacrificio y la regularidad de Rosl en la izquierda. Todos ellos apoyados en Buttice, un arquerazo de estilo espectacular y volador.

También había recambio: más allá del equipo base, los 11 que siempre salen de memoria, los suplentes, cuando tuvieron su oportunidad también cumplieron. En esa época aún no estaban permitidos los cambios; si se lesionaba un jugador en el partido, debía salir y dejaba al equipo en inferioridad numérica o se quedaba en la cancha para al menos ocupar un espacio. O sea que los suplentes no entraban un ratito: al partido siguiente hacían el reemplazo jugando los 90 minutos.

El equipo fue una máquina, pero en una época donde el paradigma del triunfo lo encarnaban equipos más rústicos y combativos, los Matadores pusieron una cuota de belleza y espectáculo.


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Mirá también: La evolución de los sistemas de juego a través del tiempo: parte 2, San Lorenzo campeón 1936

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17 comentarios

  1. Equipazo!!! Mí equipo de la infancia… Vamos los matadores, los matadoooo…. Somos invictos somos los primeros somos los gauchos los gauchos de Boedo. Gracias por sus notas. Viene muy bien para en estos días reflejarse en nuestra Gloriosa historia. Por eso aportaría una idea. Desde jugadores de la primera hasta juveniles, quienes conocen algo o bien a fondo la historia de estos equipazos nuestros, sumado a los que no ganaron títulos. Me gustaría mucho saberlo. Porque son profesionales y se les paga muuuuuuuuy bien.

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  2. […] 1968 fue el año de “Los Matadores”, el primer campeón invicto de la historia del fútbol nacio… Telch, figura consular de un conjunto sobrado de cracks, jugó 18 partidos en el Metropolitano que San Lorenzo conquistó sin perder un solo partido. Contribuyó con un gol, en el 3-0 a Banfield. “Los rivales salían convencidos de que la iban a pasar mal con los Matadores”, aseguraba la Oveja sobre aquel equipazo imbatible: “No creo que nunca más en la vida se pueda juntar uno como ése. Éramos  ganadores antes de entrar a la cancha. Había una mística, una fe tan terrible, que no podían con nosotros. Y además qué nivel de jugadores…Todos teníamos una misión en la cancha y nos ayudábamos mutuamente. Y el que se lesionaba perdía, porque para volver a ganarse el puesto tenía que remar a lo loco. Había cada nene atrás esperando jugar…”. Uno de esos nenes era el talentoso Héctor Veira. En un partido la Oveja Telch tuvo la ocurrencia de pedirle más sacrificio: “Corré pibe”. La respuesta del genial Bambino fue de antología: “Corra usted, que se acuesta a las 8 de la noche. ¡Irrespetuoso!”. […]

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