Iván Ramiro Córdoba, el defensor más rápido del mundo

Por Víctor Gabriel Pradel.


Apertura 1999. San Lorenzo le ganaba 1-0 a Gimnasia en el Bosque. El Lobo se venía buscando el empate; Morel Rodríguez rechazó la pelota y en ese mismo instante, Iván Córdoba, que estaba defendiendo en su área, salió despedido e inició una electrizante carrera hacia el campo enemigo. Leyó la jugada, sabía que los jugadores locales quedaron mal parados y no iban a volver. El balón le cayó a Juan José Borrelli en la mitad de la cancha, quien habilitó a Romeo, que le marcaba la diagonal. Bernardo recibió abierto sobre la derecha, enganchó hacia adentro y vio como Iván Ramiro Córdoba, con la velocidad de un tren, ya estaba metido en el área. Romeo la cruzó a la izquierda, el colombiano la paró con el pecho y de sobrepique, sacó un remate que sacudió la red y aseguró la victoria del Ciclón. La jugada fue espectacular. Muchos de los que estaban en la cancha, en vez de seguir con la vista dónde estaba la pelota, iban mirando en el sector opuesto al formidable defensor colombiano, corriendo como el viento, atravesando ochenta metros, llegando de área a área en solo 12 segundos.

Iván Ramiro Córdoba nació el 11 de agosto de 1976 en Medellín, Colombia. Se inició en el Deportivo Rionegro, club del ascenso donde hizo todas las divisiones hasta llegar a primera en 1993. En 1996 pasó al Atlético Nacional y un año después ya jugaba en la Selección de su país. En enero de 1998 llegó a San Lorenzo, que compró el 40% de su pase en 2.200.000 dólares. Debutó con la camiseta del Ciclón el 19 de febrero, en el estadio Pedro Bidegain, contra Gimnasia, por la primera fecha del Torneo Clausura ’98. El técnico era el profesor Jorge Castelli, que lo utilizó en una por entonces novedosa línea de 3 defensores, junto a Luis Fernando y el Colorado Lussenhoff. Pero el arranque del equipo fue muy flojo, con tres derrotas en los primeros cuatro partidos. La racha negativa le costó la cabeza a Castelli que tuvo que dejar el cargo. El reemplazante fue el Coco Basile, que volvió a armar una línea de 4, con Córdoba como zaguero central.

Al principio le costó adaptarse, por una lesión en el codo y los viajes a Colombia para jugar en la Selección. En junio de 1998, integró el equipo nacional de su país que participó del Mundial de Francia. Algunos rumores decían que después de la Copa del Mundo no iba a regresar a San Lorenzo y continuaría su carrera en Europa. Pero no fue así. Para el Apertura ’98 se incorporó Horacio Ameli y Basile armó la zaga con el Coco y Lussenhoff, pasando Iván Córdoba a jugar de lateral izquierdo. Con la cancha cambiada, tuvo problemas en la marca y terminó perdiendo el puesto con Damián Manusovich. “Al principio estaba arrepentido por cambiar de puesto. Luego, con más tranquilidad y con la cabeza fría lo analicé y pensé ‘bueno, yo traté de hacer todo lo mejor posible’. Por ahí Basile debe entender que no es mi posición habitual y que, de la noche a la mañana, no puedo rendir en plenitud”, declaró Iván. Pero una lesión del Ruso le permitió volver a la titularidad y con la camiseta número “3” marcó su primer tanto en el club, el 27 de septiembre, un golazo de media distancia en una goleada 4-1 contra Rosario Central, en el Pedro Bidegain. Fechas después le convirtió también a Unión. Cuando le estaba encontrando la vuelta a la posición, San Lorenzo quedó eliminado de la Copa Mercosur, a manos del Cruzeiro. Tras ese resultado, Alfio Basile renunció a la dirección técnica. A dos fechas del final del Apertura, el Cabezón Ruggeri asumió en el cargo, en su primera experiencia como entrenador.

Al año siguiente, ya para el Clausura ’99, el Colorado Lussenhoff fue transferido al Tenerife y entonces Ruggeri ubicó a Iván Ramiro como central. Utilizó distintos esquemas, a veces jugó con línea de 4 y otras con línea de 3, con Tuzzio y Ameli de stoppers y Córdoba de líbero. San Lorenzo peleó por la punta del torneo y finalizó tercero, a un solo punto del subcampeón River. El colombiano en ese torneo la rompió, sólo faltó al último partido y convirtió dos goles, a Independiente y un golazo de media chilena a Gimnasia de Jujuy.

Ya definitivamente adaptado al fútbol argentino, comenzó a destacarse como un líder futbolístico dentro de la cancha y a ganarse el reconocimiento de la prensa en general y de nuestra tribuna en particular. Así se autodefinía: “Me considero un jugador rápido, con firmeza en la marca, que cuando tengo la oportunidad de salir jugando lo hago, lo mismo que ante una distracción del rival, trato de buscar el espacio para recibir y sorprender«. Así convirtió varios goles de jugada, apareciendo por sorpresa en el área. Sobrio, elegante y con una velocidad inusual para ser defensor, le ganaba en el pique a los delanteros y cruzaba bien a los laterales para corregir errores de sus compañeros. A pesar de medir 1.73 cm., según algunos una estatura “baja” para el promedio de un zaguero central, era un excelente cabeceador, que ganaba en las dos áreas. Por su versatilidad se adaptaba a cualquier sistema defensivo. Polifuncional, podía ocupar cualquiera de los cuatro puestos de la defensa y ambidiestro, manejaba ambos perfiles. Pateaba y convertía penales. Su gran capacidad de recuperación le permitía jugar casi todos los partidos. Hiper profesional, se exigía al máximo en los entrenamientos, cuidaba su aspecto personal, su alimentación y su descanso. Era un defensor completo; físicamente super dotado de flexibilidad, velocidad, agilidad y resistencia.

En el Apertura ’99 San Lorenzo terminó cuarto en la tabla de posiciones y Córdoba siguió teniendo un nivel superlativo. Volvió a marcar goles contra Unión e Independiente, además del golazo relatado anteriormente a Gimnasia en La Plata. Al mismo tiempo el equipo disputó la Copa Mercosur 1999 y llegó a las semifinales. Iván Ramiro le hizo un gol al Corinthians y otro al Palmeiras, de penal en el Bidegain. Un día antes de ese partido hubo un encuentro en Italia: Fernando Miele, el presidente de San Lorenzo, el club dueño del 40% del pase del excelente zaguero colombiano, y los empresarios Fernando Hidalgo y Alejandro Mascardi (hijo de Gustavo Mascardi, dueño del otro 60%) se reunieron con los dirigentes del Inter de Milán y acordaron la transferencia, que se iba a concretar cuando San Lorenzo finalizara su participación en el torneo internacional. En el partido de vuelta contra Palmeiras, San Lorenzo cayó derrotado en Brasil y quedó eliminado. Lamentablemente esa noche Iván Córdoba erró un penal. Fue su último partido con la camiseta azulgrana, el 7 de diciembre de 1999. Al otro día se hizo efectiva la millonaria operación y se convirtió en nuevo jugador del Inter, que pagó 17.300.000 dólares, récord para un jugador de San Lorenzo, aunque vale destacar que el club solo recibió 6 millones; el resto era propiedad de Mascardi. Para no arriesgarlo, los dirigentes decidieron que no iba a jugar en la última fecha del Torneo Apertura, frente a River, en el estadio Pedro Bidegain.

No pudo despedirse de la gente jugando, pero fue homenajeado dentro de la cancha. Recibió una plaqueta y leyó una carta de agradecimiento: “Mis logros son de ustedes, los quiero”. Sus sentidas palabras recibieron la merecida ovación de la hinchada del Ciclón que ya lo adoraba para siempre. Posteriormente declaró: “Una vez me dijeron que el éxito no es llegar a ser algo o alguien. El éxito es poder ser feliz en el día a día. Y yo en San Lorenzo alcancé a ser feliz. Y viví el mejor momento de mi carrera. Chau, gracias por todo…”.

Con la azulgrana jugó 74 partidos y convirtió 9 goles. En el Inter triunfó, ganó todo y se convirtió en ídolo. Allí se retiró en 2012. Lamentablemente nunca más pudo volver a Boedo, pero siempre a la distancia, a través de los años y aún hoy, expresa públicamente su eterno agradecimiento, su identificación con los colores y su cariño para el pueblo sanlorencista, que nunca olvida aquellos días, cuando nuestra hermosa camiseta la defendía el defensor más rápido del mundo.


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