José Francisco Sanfilippo, el más grande goleador de toda la historia

Por Víctor Gabriel Pradel.


12 de octubre de 1962. La multitud que revienta el Gasómetro aguarda ansiosa el comienzo del partido. Boca Juniors, puntero del campeonato, visita la casa del rival que nunca quiere enfrentar. Dentro del túnel, los equipos demoran la salida. José Sanfilippo, el capitán de San Lorenzo, les ordena a sus compañeros que no salgan a la cancha, porque los jugadores visitantes no quieren entrar antes por cábala. Antonio Roma, arquero de Boca, le responde que el local debe salir primero. Entonces Sanfilippo contraataca:

-“Mirá Tano, anoche soñé que voy a hacerte dos goles, te lo anticipé, uno de entrada”.

La respuesta del robusto arquero xeneize fue amenazante:

– “Tené cuidado, enano, evitá que caiga encima tuyo porque te reviento como a una cucaracha”.

Luis Spinetto, juez del partido, apuraba a los protagonistas. Pero Sanfilippo lo frenó: – “Por favor referí, espere, espere que estoy inventando un gol”, dijo, mientras daba indicaciones a sus compañeros Coco Rossi y Capdevila. Los rivales se reían. No sabían que el goleador realmente lo estaba inventando: – “Yo saco del medio y empiezo a correr para el arco; vos, Coco, dásela a Capdevila y vos, pibe, poné la pelota a espaldas del último defensor, pero afuera del área, no me hagás correr al pedo que te arranco la cabeza, ¡la reputa madre!”. El pase fue perfecto. La pelota cayó entre el área grande y el último zaguero, detrás del Nene. Roma salió con toda vehemencia. Para aplastarlo como a una cucaracha. Pero Sanfilippo la enganchó hábilmente con el taco, la colocó por arriba de su cabeza y el arquero pasó de largo como colectivo lleno. La pelota entró sin tocar el piso y se metió cerca del ángulo derecho. Fue una obra de arte que superó toda imaginación. Tan solo habían transcurrido 5 segundos y el esférico descansaba en el fondo de la red ante la atónita mirada de los jugadores de Boca y el delirio de la hinchada del Ciclón. Después ellos dieron vuelta el partido. Se pusieron 2-1 arriba. Pero faltando 15 minutos hubo penal para San Lorenzo. El número 10 acomodó el balón. Roma sabía dónde iba a patear porque eran compañeros en la Selección Argentina. Y allí se tiró. Pero el remate fuerte y ajustado entró pegado al poste. La paternidad estaba a salvo. Y el enorme goleador del fútbol argentino había cumplido su promesa. El famoso gol trascendió el paso del tiempo, de boca en boca y de generación en generación. Su leyenda incluso llegó a la literatura e inspiró un cuento del gran Osvaldo Soriano. Pero aquel fue un solo gol. Y José Francisco Sanfilippo rompió las redes más de 200 veces más con el sagrado manto azulgrana.

Nació el 4 de mayo de 1935. Vivía en Saraza, entre Lautaro y Bonorino, a 18 cuadras del Gasómetro. Ya la rompía en los Torneos “Evita” cuando a los 14 años se fue a probar a San Lorenzo. Una vieja gloria del club, Arturo Arrieta (campeón con la azulgrana en 1933 y 1936) le tomó la prueba. Solo le bastaron 10 minutos para ver que era un fenómeno. El pibe iba a ser el número 10 de la octava división. Su padre, hincha del Ciclón, lloró de emoción. Horacio Sanfilippo llegó a jugar de 5 en la primera de Gimnasia y Tiro de Salta. Lo bautizó como “Nene” y lo aconsejó durante toda su carrera, cuidando los detalles de alimentación, descanso y entrenamiento. El debut no pudo ser más promisorio: San Lorenzo 7-Atlanta 3, con tres goles del Nene. Al terminar el partido le dieron 5 pesos y un vale para un sándwich y una Coca. Llegó a su casa y le dio el dinero a su madre, que lo abrazó conmovida. Corría 1950, San Lorenzo ganó invicto el campeonato de octava y Sanfilippo fue el goleador del torneo. Luego repitió en séptima y en sexta. Su ascenso fue meteórico. Solo tres años después llegó a primera.

Comenzó 1953 jugando en la sexta. Integraba un terceto que la rompía: Perazzo (el papá de Walter), Loiácono y Sanfilippo. El técnico de la primera era José Pérez. Fue a ver un partido de aquella división, contra Vélez. San Lorenzo ganó 6 a 0 y el Nene hizo cinco goles. Pérez, impresionado por su capacidad goleadora, lo convocó para una gira del primer equipo por Catamarca, La Rioja y Chilecito. No lo defraudó: jugó los tres partidos e hizo un gol en cada uno. José Pérez quería hacerlo debutar oficialmente por el torneo local. Pero los directivos se opusieron, argumentando la pequeña contextura física del pibe Sanfilippo (aunque según él mismo, los dirigentes “tenían miedo que se agrande”). Pérez entendió que la Comisión Directiva se metía en su trabajo y renunció. El Nene pasó a la reserva. Sus grandes actuaciones y sus goles en esa división (fue el goleador del torneo) llamaron la atención del periodismo y de los hinchas, por lo que no sorprendió su postergado debut oficial. Dos fechas antes de finalizar el campeonato de primera división, asumió como entrenador otro prócer azulgrana: René Pontoni, una figura tan señera en el club que nadie se iba a animar a cuestionarle ninguna decisión. Y Pontoni lo puso en el primer equipo. El 15 de noviembre de 1953, San Lorenzo derrotó 1-0 a Newell’s en Rosario, con gol de Armando Benavídez. El joven Sanfilippo, de sólo 18 años, cumplió una buena tarea y retribuyó la confianza del Maestro René, que lo ratificó en la fecha siguiente, contra Banfield en Avenida La Plata. Fue el 21 de noviembre, el Ciclón arrasó 4-0 al Taladro y José Francisco Sanfilippo convirtió sus dos primeros goles con la camiseta azulgrana. Los otros dos los hizo el “Doctor” Benavídez, máximo artillero de ese campeonato y uno de los mejores centrodelanteros de la historia de nuestro club. Al gritar su primer gol, el Nene corrió a festejarlo donde estaba su padre. Quienes estuvieron esa tarde en el Gasómetro no imaginaron nunca que ese grito se iba a repetir 205 veces más.

1954 arrancó con Pontoni como director técnico, pero pronto dejó su cargo para intentar volver a jugar profesionalmente. Para ponerse a punto lo hizo en la reserva, donde mostró su clase exquisita logrando con sus genialidades que San Lorenzo saliera campeón de la categoría y Sanfilippo volviese a finalizar al tope de la tabla de goleadores. En 20 partidos en reserva marcó 26 goles. Los 10 restantes los jugó en primera e hizo cuatro goles. Sumados todos los encuentros que jugó en las dos divisiones, hizo un gol por partido. Comenzaba la leyenda.

En 1955 se afianzó en primera. Jugó 29 y convirtió 15 tantos. Fue el goleador azulgrana de la temporada (lo cual iba a repetir durante ocho años consecutivos) y le marcó por primera vez a Boca, Huracán, River e Independiente. Nacía su romance con la hinchada de San Lorenzo, que lo iba a erigir en su ídolo máximo. Tuvo su primera experiencia internacional, representando al seleccionado juvenil argentino que ganó invicto el Campeonato Panamericano en México. Y por supuesto fue el goleador del torneo.

En 1956 jugó 22 partidos e hizo 10 goles. Y debutó con la camiseta de la Selección Argentina. Fue el 5 de diciembre contra Brasil en el Maracaná, por la Copa Raúl Colombo. Entró al comienzo del segundo tiempo. Y a los 23 minutos convirtió su primer gol con la albiceleste. Fue el segundo de Argentina, que ganó 2 a 1.

En 1957 San Lorenzo fue subcampeón. Sanfilippo jugó 28 y anotó 19, terminando segundo en la tabla de goleadores. Hizo el primer hat-trick de su carrera, en el 8-1 a Gimnasia en el Gasómetro, uno de las dos máximas goleadas de la historia del club. Vistiendo la casaca albiceleste de la Selección, fue campeón de América en el Sudamericano de Lima.

En 1958 integró el plantel argentino que disputó la Copa del Mundo de Suecia. En el torneo local, Sanfilippo hizo 28 goles en 28 partidos. Un promedio espectacular que le permitió por primera vez ser el máximo goleador del certamen. El segundo, Alfredo Rojas de Lanús, quedó seis goles atrás. Volvió a marcar por triplicado en un 5-0 a Tigre. San Lorenzo terminó tercero tras perder un desempate con Boca por el subcampeonato; el Nene hizo un gol en ese desempate y también dos goles más en otros tantos partidos por la Copa Suecia.

1959 fue el año de la consagración. El técnico José Barreiro terminó de armar el equipo que venía modelando en las últimas dos temporadas y arrasó en el campeonato con un fútbol avasallante, gracias a la acción de su temible delantera: Facundo, Ruiz, O.H.García, Sanfilippo y Boggio. Entre los “Cinco Pistoleros” convirtieron 74 de los 75 goles del campeón (el restante lo hizo José Herrera, delantero suplente) signo contundente del demoledor ataque que causó sensación. Tanto que los cinco fueron convocados para integrar la Selección Argentina en el Campeonato Sudamericano de ese mismo año en Guayaquil. Sanfilippo, ídolo de la hinchada, símbolo, capitán y líder futbolístico del equipo, dentro y fuera de la cancha, convirtió 31 goles en 30 fechas, un promedio de 1,03 por partido. El segundo en la tabla, Rubén Sosa de Racing, quedó nueve goles abajo. Anotó tres “hat-tricks”: a Atlanta, a Lanús y a Huracán (en el 6-3 en el Gasómetro, con vuelta olímpica incluída antes del partido). Nadie en toda la década había superado los 30 goles; el mismo Nene iba a batir su propio récord al año siguiente.

1960 quedó marcado como el año que San Lorenzo dilapidó una oportunidad histórica: en la primera edición de la Copa Libertadores, los dirigentes entregaron la localía a cambio de 50.000 pesos. El presidente Alfredo Bove aceptó jugar el desempate contra Peñarol insólitamente en Uruguay. Sanfilippo diría posteriormente que la absurda decisión de definir en el Centenario la tomó “un hombre que tocaba el violín” en referencia a Bove. Esos directivos privilegiaron la avaricia por sobre la gloria deportiva, pero su incapacidad quedó evidenciada también en un conflicto económico con el capitán del equipo. El Nene había firmado su primer contrato siendo menor, en 1954 y debía cobrar el mismo sueldo hasta 1961. Desde hacía tres años venía pidiendo un aumento, que por su condición de goleador, ídolo y emblema se merecía. Pero se lo negaban. A fin del ‘61 podía quedar libre. No obstante el conflicto, siguió rompiendo redes. Hizo un póker de cuatro goles en un 6-3 a Argentinos Juniors; y se anotó con cuatro “hat-tricks”: dos veces a Ferro, otra vez más a Huracán y también a Estudiantes en el 8-1 en el Gasómetro, que igualó la máxima goleada histórica del club. Por tercera vez consecutiva se consagró como el máximo goleador argentino, con una cifra notable: 34 gritos en 30 fechas. 1,13 goles por partido. Tremendo. Al segundo de la tabla, Osvaldo Carceo, de Argentinos Juniors, le sacó 13 de diferencia. Además para engrosar su cosecha goleadora anual hay que sumarle los cuatro goles en cinco partidos por la Copa Libertadores.

En 1961 el Toto Lorenzo llegó a Boedo, trayendo conceptos tácticos innovadores importados de Europa. San Lorenzo finalizó sub-campeón. Sanfilippo, el mejor jugador del equipo e ídolo absoluto del pueblo azulgrana les solicitó a los directivos un adelanto para cambiar su casa y comprarse un auto (todavía no tenía, pese a ser un crack de la Selección Argentina y el máximo artillero del fútbol nacional). Le prometieron ese anticipo. Entregó una seña por la casa y cuando llegó el momento de hacer efectivo el pago, los dirigentes le informaron que no le daban el dinero. Indignado, se declaró en rebeldía. Definitivamente en guerra, lo suspendieron por 45 días. Hasta ese momento era (como siempre) el goleador del campeonato. Durante las fechas que no jugó, fue superado en la tabla por Luis Artime, de Atlanta, que en ese lapso hizo nueve goles. La hinchada, que lo veneraba, presionó insoportablemente con sus gritos a la dirigencia. Después de que le levantaron la sanción, retornó en un partido con Ferro. El Ciclón ganó 2-1 y por supuesto, Sanfilippo hizo los dos goles. A partir de ahí comenzó a descontar la ventaja que le había sacado Artime. En las cinco últimas fechas metió un sprint infernal: tres a Gimnasia, uno a Racing, dos a Central, tres a Los Andes y dos a Boca; 11 goles en cinco partidos.

El partido final contra Boca Juniors en el Gasómetro fue épico. Al comenzar la fecha Artime tenía 25 goles y Sanfilippo 24. San Lorenzo se puso en ventaja con gol de Leeb en el primer tiempo. Pero todo el pueblo sanlorencista alentaba al Nene para que lograra la hazaña. A los 32 del complemento convirtió el segundo. Ya había alcanzado a Artime, pero quería terminar arriba en soledad, una vez más. El viejo cartel Alumni indicaba que Atlanta y Ferro empataban 0 a 0. Artime no podía sumar, pero el insaciable goleador azulgrana lo iba a buscar hasta el final. Y tuvo recompensa. 44 minutos del segundo tiempo. El talentoso Coco Rossi, con la pelota dominada observó la ubicación de Sanfilippo. Lo vio en offside y pisó el balón esperando que saliera de la posición adelantada. Entonces le tiró un pase magistral. Y el Nene remató venciendo al arquero Roma, el mismo que un año después iba a sacarla del fondo del arco tras el histórico gol de taco. Al terminar el partido la hinchada explotó de emoción e invadió el campo de juego, sacándoles las camisetas a todos los jugadores y llevando en andas a su gran ídolo, por cuarta vez consecutiva, máximo goleador del fútbol argentino: 26 tantos en 24 encuentros, un promedio de 1,09 por partido.

Un sector ínfimo de la prensa, intentó bajarle el precio instalando que era simplemente un oportunista. El periodista Pepe Peña aseguró, muy canchero, que Sanfilippo solo “esperaba dentro del área con una caña de pescar”. En aquel mismo 1961, Peña, que acostumbraba a hacer estrafalarias afirmaciones, insólitamente, fue contratado como director técnico por un club: y justo fue Huracán. Debutó contra San Lorenzo. A los 10 minutos del segundo tiempo, el equipo del polémico periodista devenido en entrenador, perdía 5 a 0 con su clásico rival; con dos goles de Sanfilippo y su caña de pescar. Después de solo tres partidos, la estrafalaria aventura de Pepe Peña terminó. Se sacó el buzo de DT y volvió a sentarse a escribir en la redacción de “El Gráfico”; el Nene, por supuesto, siguió haciendo goles de todos los colores.

Los números de Sanfilippo en esos cuatro años donde reinó como el amo absoluto del gol impresionan, impactan, apabullan: entre 1957 y 1961 hizo 126 goles en 119 partidos. En campeonatos de 30 fechas, contra defensores durísimos que lo castigaban con patadas que se bancaba con coraje, con entrenadores que planificaban los partidos en función de marcarlo exclusivamente a él.  Y sus cifras se disparan si se suman los 12 goles en seis partidos que hizo en la Selección Argentina entre el 22/12/59 y el 4/6/1962. Los mismos números que en la actualidad causan asombro, de Haaland o hace unos años de Messi y Ronaldo, los superó durante varias temporadas José Francisco Sanfilippo, el 10 de San Lorenzo de Almagro, de las inferiores del club. Un monstruo del área. Lo que tocaba lo convertía en gol. Datos, no opinión: hoy no tendría precio.

1962 además de ser recordado por su antológico gol de taquito a Boca, fue el último año de la gloriosa primera etapa del Nene en San Lorenzo, a esa altura bautizado por la prensa como “Sanfilippo de Almagro”. Era el futbolista más convocante y popular, capaz de llenar un estadio por sí mismo. El Toto Lorenzo, el DT de la Selección, lo llevó al Mundial de Chile. Argentina quedó eliminada en la primera ronda, aunque el Nene cumplió con su cuota goleadora al convertir el del honor en el 1-3 contra Inglaterra. Pero la relación con la dirigencia de San Lorenzo ya era insostenible. Tres días antes de quedar libre, el 28 de diciembre de 1961. los dirigentes habían accedido a sus pedidos y le arreglaron el contrato. Además de una suma de dinero en efectivo, otra parte la iba a cobrar con dos departamentos. Cuando en marzo del ’62 los reclamó, los departamentos no estaban. Entonces el ex presidente Tagliani le hizo una propuesta insólita: a la gran figura del fútbol argentino le iban a pagar con rifas. Fue la única manera en la que pudo finalmente conseguir su departamento, en Carlos Calvo y Avenida La Plata. Antes de comenzar el torneo también le firmaron una cláusula según la cual, si salía goleador una vez más, le iban a pagar 400.000 pesos. Pero Sanfilippo hizo declaraciones periodísticas criticando el manejo del fútbol profesional por parte de la Comisión Directiva. Lo intimaron a rectificarse: fiel a su estilo, por supuesto no lo hizo. Era la excusa que necesitaban los dirigentes: lo suspendieron otra vez. Lo inhabilitaron para jugar las dos últimas fechas del campeonato. Iba primero una vez más en la tabla de goleadores, con 23 goles en 27 partidos. Al no jugar las últimas dos fechas, Artime esta vez lo pasó y se quedó con el título de goleador. Y Sanfilippo sin la gloria deportiva ni los 400.000 pesos.

En marzo de 1963 el flamante presidente de San Lorenzo, Ricardo Soriva, llegó a un acuerdo con su par de Boca, Alberto J. Armando: José Francisco Sanfilippo fue vendido en 25 millones de pesos. El 24 de marzo en la cancha de Atlanta, jugaron un amistoso como cláusula del pase. Por primera vez el gran goleador enfrentaba al club que lo vio nacer. La hinchada que antes lo amaba incondicionalmente ahora lo recibió con una silbatina. Encima a los 10 minutos el Nene convirtió el primer gol con su nueva camiseta. El partido terminó 1 a 1. Pero los caminos de San Lorenzo y Sanfilippo se volvieron a encontrar. Fue el 12 de mayo, en el Gasómetro de Avenida La Plata, el escenario de las grandes hazañas del goleador. A los 20 minutos del primer tiempo, Mariotti, el back central azulgrana que lo marcaba, le entró fuerte de atrás. Sanfilippo reaccionó, Mariotti lo abrazó agarrándolo del cuello y al verlos en esa situación, el juez Roberto Goicoechea expulsó a los dos. Sanfilippo se negó a retirarse de la cancha, con tanta vehemencia que entraron cuatro policías para sacarlo. La escena duró varios minutos. La hinchada de San Lorenzo comenzó a insultarlo. Su reacción echó más leña al fuego: mientras se iba de la cancha besó la camiseta del club rival provocando el abucheo de la gente que lo había idolatrado. A lo largo de los años, mil veces pidió perdón por aquel error.

Sanfilippo jugó solo un año en Boca. Le alcanzó para ser el máximo goleador de la Copa Libertadores de 1963. Hizo siete goles en siete partidos. Se fue de Boca después de noquear dentro de la cancha a Deambrosi (el ayudante del técnico Pedernera) porque no lo hicieron entrar en un partido en la Bombonera, contra San Lorenzo, por la Copa Jorge Newbery.

En 1964/1965 jugó en Nacional de Uruguay, donde convirtió 25 goles en 21 partidos, hasta que lo quebraron en un amistoso con Vasco Da Gama.  Fue ídolo absoluto en el Tricolor de Montevideo, donde aún se lo recuerda con admiración.

Volvió a nuestro país para jugar, entre el ’66 y el ’67, en Banfield. Con la camiseta del Taladro hizo 19 goles. La tarde del 19 de marzo de 1967 pisó otra vez el césped del Gasómetro. Fue empate, 2-2. Pero nos volvió a hacer un gol.

Entre 1968 y 1971 jugó en Brasil. En dos años y medio hizo 70 goles. Primero en el Bangú y luego en el Bahía, donde se consagró bicampeón estadual, en el ’70 y el ’71 y con actuaciones memorables se ganó el amor de la hinchada. Para el recuerdo queda otra de sus imperdibles anécdotas. Debían enfrentar al Santos, justo cuando Pelé tenía la posibilidad de marcar su gol número 1000. El presidente del Bahía entró al vestuario y les pidió a sus jugadores que dejaran que “O Rey” les haciera el histórico gol. Sanfilippo se sacó la camiseta y amenazó con no salir a la cancha: “Imprevistamente, vino a nuestro vestuario Carlos Alberto, compañero de Pelé, a pedirnos que si éste hacía el gol nos fuéramos de la cancha. Ellos harían los mismo, con el propósito de dejarlo solo a Pelé en los festejos. Lo sacamos cagando…”.

Ya retirado del fútbol, en febrero de 1972 volvió a Boedo para jugar en el equipo de veteranos de San Lorenzo. Tenía 36 años, un excelente estado físico y la capacidad goleadora intacta. El flamante presidente Osvaldo Valiño le dijo: “Sanfilippo, a nosotros nos gustaría que termine su carrera de futbolista con la camiseta que lo vio nacer”.

– “Me llegó muy adentro. También pensé que mi hijo de 10 años nunca me había visto con la camiseta del equipo del cual era hincha. Tenía 36 años y era mucho arriesgar, pero decidí hacerlo. Y salimos bicampeones. Recuerdo que los muchachos cuando me vieron llegar preguntaban: Nene, ¿qué estás haciendo?… ¿Vas a ser ayudante de campo?  Cuando les respondí que iba a jugar junto a ellos no lo podían creer. Las cosas por suerte salieron bien. Hice goles importantes”.

Recordó el Nene con emoción: “Fue uno de los instantes de mayor conmoción en mi vida de jugador. La alegría me desbordaba, mezcla de melancólico júbilo y gigantesca responsabilidad. La consigna era volver para triunfar, para eso estaba programado”.

El anuncio de su regreso provocó que una multitud se acercara a ver los entrenamientos en el Gasómetro. Tras unas pocas prácticas con sus nuevos compañeros, volvió oficialmente a ponerse la camiseta más linda del mundo en la primera fecha del Campeonato Metropolitano. El 27 de febrero del ‘72, San Lorenzo le ganó 3-2 a Independiente en Avenida La Plata y Sanfilippo entró faltando 10 minutos en reemplazo del Toti Veglio, ante la ovación de la hinchada que lo había perdonado después de aquel desgraciado incidente contra Boca en 1963. Sólo los ídolos de verdad pueden revertir una situación así. Él lo logró. Eso lo hace más grande todavía.

El 26 de marzo, por la sexta fecha, el Ciclón iba perdiendo con Colón en el Gasómetro. En el segundo tiempo, el Toto Lorenzo mandó a la cancha al gran goleador y faltando 15 minutos logró el empate. Diez años después, José Sanfilippo había vuelto a convertir vestido de azulgrana. Ese fabuloso equipo tenía delanteros temibles: el Lobo Fischer, el Gringo Scotta, el Ratón Ayala, el Lele Figueroa. El Toto le encontró otra posición al Nene, jugando un poco más retrasado, armando juego, como lanzador, función donde también brilló, evidenciando su calidad como futbolista completo. Aprovechó todos los minutos que le dieron, entrando a veces desde el banco, aportando su experiencia para manejar los tiempos e inteligencia para cuidar la pelota, o para destrabar con su oportunismo partidos complicados. Participó en 18 partidos del Metro y en 10 del Nacional. Convirtió ocho goles.

Su último grito fue el 30 de septiembre. No fue casualidad. Estaba escrito en las estrellas. El escenario era el Templo de Avenida La Plata, donde infinitas veces infló las redes. El rival era Boca, una de sus víctimas favoritas. San Lorenzo, ya campeón, esa noche festejaba el título, pero la fiesta no era completa; iba perdiendo 0-1 con el acérrimo rival. Hasta que entró Sanfilippo. El rey del área capturó una pelota en sus dominios y a sacar del medio. Ya había cumplido los 37 años. Al día de hoy sigue siendo el jugador de San Lorenzo de mayor edad en marcar un gol.

El  final de su carrera lo encontró con la popularidad intacta. Prueba de ello es que el 17 de noviembre fue parte del selecto grupo de celebridades de la cultura nacional que viajó en el famoso avión de que trajo de regreso a la Argentina a Juan Domingo Perón, tras 17 años de exilio.

Se fue con toda la gloria, el 17 de diciembre de 1972. Fue el broche de oro de un año espectacular para la historia del CASLA. Conquistó el Torneo Nacional en forma invicta, derrotando a River, 1-0 con gol de Figueroa, en la final en la cancha de Vélez. Era el primer bicampeón del fútbol argentino. Sanfilippo ingresó al final para dar su tercera vuelta olímpica: “San Lorenzo ganó el campeonato ante River y después de festejar me paré en el campo y busqué con la mirada a mi hijo que estaba en la platea, emocionado. Una cámara tomó en primer plano la escena y cuando vi las imágenes y escuché al locutor que decía ‘nació para ser campeón’, me di cuenta que era el momento de retirarme”.

Los números finales de Sanfilippo en San Lorenzo son imbatibles. Nadie jamás lo podrá superar. Nunca. Jugó 267 partidos e hizo 206 goles: 200 por torneos locales, dos por copas nacionales y cuatro por copas internacionales. 0.77 de promedio. Es el máximo goleador de la historia del club. Si se suman los que convirtió en Boca y en Banfield por torneos de AFA alcanza los 227; es el quinto goleador en la tabla histórica del fútbol argentino.

Convirtió 117 goles en el Gasómetro de Avenida La Plata. Hizo gritar a la hinchada azulgrana 55 veces en clásicos: 16 a Huracán, 15 a Boca (es el máximo goleador en ambos historiales), 13 a River, siete a Independiente y cuatro a Racing.

Una vez hizo cuatro goles en un partido. Y once veces marcó tres en un encuentro. Sí, se anotó con 11 Hat Tricks. 37 tantos fueron de penal, uno de tiro libre y (a pesar de su baja estatura) hizo 12 goles de cabeza. Y no obstante su carácter díscolo y temperamental sólo lo expulsaron dos veces.

En la Selección Argentina también tiene cifras envidiables por muchos: hizo 21 goles en 29 partidos (0.72 de promedio)

Ya retirado, se dedicó a la dirección técnica, pasó por Deportivo Español, Vélez y las divisiones inferiores de San Lorenzo. Pero en 1978 volvió a sorprender. Se calzó nuevamente los botines para jugar en San Miguel, por entonces en la Primera “D”. Debutó contra Ituzaingó y obviamente en su primer partido hizo un gol. Luego, en otro partido, le convirtió cuatro a Atlas. Tenía 42 años. Fueron sus últimos cartuchos en el fútbol de AFA.

Después en los ‘90 se reinventó. Logró masividad en los medios, en su nuevo rol de crítico deportivo. Polémico y frontal, como columnista del diario “Ámbito Financiero” y en diversos programas de televisión, volvió a romper estructuras, como ya lo había hecho en sus tiempos de futbolista.

Porque Sanfilippo fue un profesional ejemplar, que cambió todos los esquemas de la época: se quedaba horas y horas después de los entrenamientos para practicar, perfeccionando su remate y su definición. Era un obsesivo del gol. Hasta inventó un dispositivo al que bautizó “Sanfigol” para seguir practicando en su casa: “Uno nace pero después se perfecciona. Antes había unos partidos de barrios que eran bravísimos. Desde que salía el sol hasta la noche. Y cuando jugaba San Lorenzo, a la cancha. Yo practicaba contra los paredones. Derecha, izquierda, derecha, izquierda. Me perfeccionaba. Un día vi un arquito de 40 por 40 centímetros en el vestuario y practicaba a poner la pelota adentro. La famosa ratonera. Me gustaba tanto que lo hice, un poco mejor, en mi casa. En caño, con solamente 17 centímetros por lado. Cuando la pelota pegaba en el caño, tomaba efecto y le pegaba como venía para meterla”.

Esas horas de entrenamiento extra le permitían tener ventaja sobre sus marcadores, aprovechando al máximo todos sus recursos. Y la obsesión lo acompañó hasta el final de su carrera. Con 37 años todavía se seguía quedando a practicar después de hora. Jorge D’Alessandro, arquero bicampeón en 1972, lo sufrió en carne propia. El Nene le dijo que había dos lugares dónde era imposible llegar: las orejas y los cordones del arquero. Entonces le pateaba siempre ahí, con una puntería asombrosa. D’Alessandro asegura que no había manera de atajarle ninguna pelota.

Fue un asesino dentro del área, el terror de los arqueros, el más implacable definidor de nuestras canchas. Estaba siempre bien ubicado, en el lugar exacto donde caía la pelota. Y cuando la capturaba en sus dominios, por más que el espacio fuera muy reducido, indefectiblemente la mandaba a guardar. Pero futbolísticamente fue más que un formidable goleador. Tenía excelente pegada, con derecha o con izquierda, era veloz y dueño de un pique corto demoledor. Además de su potencia también tenía facilidad para el amague y la gambeta, buen manejo del balón, inteligencia para asociarse con sus compañeros y crear juego, tocando y armando paredes. A sus virtudes técnicas le sumaba coraje y valentía, fuego sagrado y espíritu ganador. Era un futbolista completo.

Ernesto Cherquis Bialo hizo una reflexión acerca de lo que generaba su figura: “Puede decirse, por la trascendencia adquirida, que universalizó la camiseta azulgrana, porque los hinchas de los otros clubes, con admiración, respeto y con una dosis de amor no confesado (esto sucede cuando aparece un ídolo) en el fondo querían ver a Sanfilippo. Rogaban porque no les hiciera goles, pero si anotaba se retiraban dolidos, sí, pero reconociendo interiormente sus virtudes”

Siempre identificado con los colores azulgranas, izó la bandera en la preinauguración del estadio Pedro Bidegain, el 1 de mayo de 1993. Apoyó las marchas por la Vuelta a Boedo y fue ovacionado por una multitud en la movilización a la Legislatura, el 5 de julio de 2011. El Templo de hierro y madera de Avenida La Plata es un pedazo de su vida: “…en mi quinta, logré armar una pequeña réplica de la tribuna del Viejo Gasómetro. Cuando terminé de construirla, lo llevé a mi padre, con medio cuerpo inválido, lo subí con mis brazos y le dije: ‘Viejito, ésta es la tribuna de los cuervos, conseguí recuperar parte de ella y quiero que seas el primero en disfrutarlo’. Con lágrimas nos abrazamos”…

Los cuervos gozamos de un privilegio que no poseen hinchas de otros clubes: tenemos la fortuna que nuestro máximo goleador histórico sea una leyenda viviente. San Lorenzo como institución, todavía, le debe un homenaje acorde a su enorme grandeza.


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9 comentarios

  1. […] Al año siguiente volvió al arco de la primera. Atajó en 23 (de 30) partidos del torneo 1954 y en los que faltó jugó en la reserva. Y volvió a salir campeón. La gente de San Lorenzo iba temprano a la cancha para ver a ese equipo preliminar donde además del Flaco Blazina, había más atracciones: el legendario René Pontoni, en el ocaso de su deslumbrante carrera, regalaba las últimas pinceladas de su magia para que rompa las redes un joven goleador naciente: José Francisco Sanfilippo. […]

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