Victorio Casa, el brazo de Dios

Por Víctor Gabriel Pradel.


Domingo 11 de abril de 1965. 21 horas. Un Valiant II, blanco, modelo ’64, estaciona en una de las calles laterales de la Escuela de Mecánica de la Armada. A bordo, una joven pareja. Un centinela advierte sobre la prohibición de permanecer en ese lugar, zona militar. El vehículo se puso en marcha y estacionó 100 metros más adelante. En el estéreo del auto suena “Inolvidable”, por Tito Rodríguez. El bolero le da un clima íntimo a la situación. Tal vez por eso no escucharon la nueva advertencia. La actitud del centinela esta vez fue diferente: hizo un disparo al aire y provocó la reacción de otro marinero de guardia que descargó una ráfaga de ametralladora sobre el auto.

Cuando cesó la lluvia de balas, el conductor alcanzó a bajar. Le habían arrancado literalmente el brazo derecho. Bañado en sangre, caminó hasta la Avenida del Libertador. Un taxi que pasaba por el lugar lo llevó al Hospital Pirovano. El taxista, hincha de San Lorenzo, lo reconoció: era Victorio Casa, wing izquierdo y figura del equipo azulgrana.

El médico que lo revisó comprobó que los balazos le pulverizaron los huesos cúbito y radio y le seccionaron los nervios y las arterias musculares. La reconstrucción de la extremidad era imposible. El futbolista sufrió la amputación del brazo por encima del pliegue del codo. Como si fuera poco, una radiografía mostró que había recibido otro disparo en el abdomen, sin orificio de salida. Por suerte el proyectil alojado debajo de una costilla, no le afectó ningún órgano vital. Esa noche Victorio Francisco Casa volvió a nacer.

Pero antes tuvo otra fecha de nacimiento. Fue en Mar del Plata, el 28 de octubre de 1943. Se inició en el club Deportivo Norte de su ciudad. A los 18 años llegó a San Lorenzo. Jugaba de volante ofensivo. Florencio Doval, entrenador de las inferiores, le dijo que el puesto de número 10 lo tenía cubierto. En esa posición jugaba un tal Héctor Rodolfo Veira. Pero a instancias del Mago, René Pontoni, a Casa lo ubicaron como wing izquierdo. Y la descosió. Tenía la pelota atada a su zurda.

Debutó en primera contra Ferro en el Gasómetro, el 9 de septiembre de 1962. San Lorenzo ganó 3 a 2. Esa tarde también hizo su primera presentación la Oveja Telch. El técnico era José Ramos, pero según contó el propio Casa, quien los promovió fue el mismísimo José Sanfilippo, capitán, líder futbolístico de aquel plantel y autor de dos goles en ese partido. El Nene antes de empezar les dijo: “Chicos, como si fuera en tercera”.

En 1963 Victorio Casa compartió delantera con Narciso Doval y Fernando Areán en la tercera división. Salieron campeones en forma brillante. En 1964 el gran DT José Barreiro, juntó a todos con el Bambino, que ya era titular, y les dio alas para que desplieguen su fútbol de alto vuelo, también en la primera de San Lorenzo de Almagro. Así nacieron los legendarios “Carasucias”. Un equipo glorioso que quedó en la historia de un club lleno de equipos gloriosos. Un grupo de pibes surgidos del semillero azulgrana que regalaron espectáculos inolvidables. Divertían a la gente y se divertían ellos, compañeros y amigos, dentro y fuera de la cancha.

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En ese momento, Casa era conocido como “Popoff”, “El Loco” o simplemente “Casita”. Tenía una habilidad endiablada. Enloquecía a los marcadores con la gambeta de su zurda indescifrable. Encaraba y frenaba. Amagaba y enganchaba. Volvía a encarar y volvía a frenar. Y así sucesivamente. A veces ridiculizaba a los defensores rivales que lo mataban a patadas. Pero él se las aguantaba. Era rápido y ágil, pero también guapo y valiente. Además de sus apiladas geniales tenía garra y un despliegue generoso e incansable. Por eso la gente lo idolatraba. La hinchada lo adoraba y él adoraba a la hinchada. Así se autodescribió:

“Me gustaba mucho gambetear. No tendría que haber gambeteado tanto, tendría que haber largado un poco más la pelota. Pero me gustaba. Y a la hinchada le gustaba, entonces yo hacía lo que le gustaba a la hinchada”.

El Bambino Veira, que a los 17 años ya tenía ese don de inventar títulos ingeniosos, lo definió: “Casa es el mago de la raya de cal”. Fue más generoso aún en otra nota para El Gráfico. Cuenta Osvaldo Ardizzone que el Nano Areán le dijo con asombro y admiración: “¿Usted sabe lo que hace ‘Popoff’ con la pelota? Cualquier cosa. Decile, ‘Bambino’. Decile lo que hace ‘El Loco’ con la moneda”.

Y Veira le dijo: «Mire, ‘El Loco’ Casa, con el empeine, le da treinta toques a una moneda, y en el último, cuando se cansa, la pone en el bolsillo del saco. Con una pelota se puede pasar una hora sin que toque el suelo. Puede ir a un circo… ¡Es un fenómeno!».

Sus grandes actuaciones le valieron la convocatoria a la Selección Argentina. Formó parte del plantel nacional que ganó en forma invicta la Copa de las Naciones de 1964 disputada en Brasil, derrotando al equipo de Pelé, por entonces campeón del mundo. A los 22 años, la vida le sonreía al joven y promisorio crack. Pero el destino tenía otros planes.

El 11 de abril de 1965 iba a comenzar el Campeonato de Primera División de Fútbol Argentino. San Lorenzo debía enfrentar a Argentinos Juniors, en la cancha de Atlanta. Pero desde la mañana, una torrencial lluvia se abatió sobre Buenos Aires y obligó a suspender los partidos. La primera fecha del torneo se postergó para el siguiente domingo. Los jugadores, autorizados a irse de la concentración, tuvieron la jornada libre.

“Popoff” decidió salir a romper la noche en su flamante Valiant último modelo. Pasó a buscar a su amigo Cacho, que tenía un Fiat Europa, e invitaron a salir a dos chicas. Tras cenar en la Costanera, las parejas divididas en los dos autos, salieron a dar una vuelta. Buscando un lugar discreto, Casa se metió en zona militar y pasó lo que pasó.

Después que le amputaron el brazo, “El Loco” con su carácter tan especial, cambió la tragedia por comedia, se rió para siempre de su propia desgracia. En su habitación del Sanatorio De Cusatis, recibió la visita de Roberto Telch. Al respecto comentó: “Había llegado el martes de Mar del Plata. Martes, miércoles, jueves y viernes me acosté a las 9. Y el sábado nos concentramos. Si la fecha no se suspendía me iba a dormir temprano y no pasaba nada. A las 7 dejé a Telch, que estuvo a punto de venir conmigo. Los fuegos artificiales fueron a las 9. ¡Se salvó el Oveja!”.

La novia de Telch se sentó cerca de su brazo amputado. Casa, sonriendo, la invitó a acercarse más: “No tengas miedo… ¿no ves que no te puedo tocar?”. Y le habló a su única mano: “¡Vos quedate quieta!”.

La carrera de cualquier futbolista normal hubiera terminado en ese mismo momento. Pero Casa no era un futbolista normal. Postrado en la cama del hospital, preanunciaba su regreso: “¿Amontonar gente? Cuando vuelva voy a gambetear de a ocho antes de largarla. Les voy a jugar con ventaja. ¡Ya no me podrán agarrar del brazo!”.

Y lo que parecía otra locura de “Popoff”, se hizo realidad. El 25 de mayo de 1965, San Lorenzo perdió 2-0 contra Banfield, pero el resultado no le importó a nadie. Una multitud reventó las tribunas del Gasómetro de Avenida La Plata y ovacionó a Victorio Casa, que solo 45 días después que le cortaron el brazo volvió a defender la casaca azulgrana.

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Su regreso asombró a todo el ambiente futbolístico nacional. La revista “El Gráfico” le dedicó la tapa con un emotivo título: “Buen día a la vida”. Casa volvió y dentro de la cancha demostró ser el mismo. Pero dejó de ser “Popoff”. Desde ese día pasó a ser “El Manco Casa”.

Le pedía sus compañeros que en las prácticas le peguen, porque los defensores rivales lo iban a sacudir sin compasión. Se la tenían jurada de tantas tardes en las que Casita los humilló a puro caño y gambeta. Contó que Roberto Perfumo, en una victoria de San Lorenzo sobre Racing donde Casa fue la figura de la cancha, le dijo sin ningún pudor: “Lisiado, te voy a matar». «Y me mató. Me sacó 10 minutos de la cancha. Después volví a entrar, no me acobardaba nunca”, relató.

Pero sus compañeros eran sus amigos y no le pegaban. Eso sí, lo volvían loco con las bromas. Son infinitas las anécdotas de aquel plantel de atorrantes. Le escondían la prótesis (tantas veces que se cansó y dejó de usarla), le ataban los cordones de los botines entre si, le daban la pelota para que saque los laterales…

Ya estaba el Toto Lorenzo como técnico, que lo cambió de posición, lo tiró atrás y lo hacía volantear. Casa siguió haciendo las piruetas geniales que levantaban a la gente de los tablones del Gasómetro, pero además le agregó mayor predisposición para el juego colectivo. Pese a dar ventajas en lo físico, su admirable optimismo por la vida le permitió seguir jugando en el fútbol de máximo nivel.

“Los contrarios decían que no me querían pegar, pero me daban hasta en la nuca. Cuando los pasaba, me decían Manco hijo de puta. Y claro… Una cosa normal. ¿Qué me iba a calentar, papito? Si a mí me gustaba. Yo era puntero izquierdo y de gambetear para adelante. Una vez pasé por abajo del arco eludiendo tipos y ni me di cuenta. Imaginate que mis compañeros me querían matar. Y con un brazo jugué igual que con los dos. Perdés estabilidad al principio, y te acostumbrás. Nunca te caés del lado que te falta el brazo. Y eso es lo que no entiende la gente. La habilidad no la perdí, gambeteaba con la cintura. Jugaba un partido mal y la gente hablaba. ¡Pero jugaba mal también con los dos!”.

Hasta que a fines de 1966 le dieron el pase en su poder. “Lo que más dolió en toda mi vida fue cuando San Lorenzo me dejó libre; una sarta de sinvergüenzas de dirigentes”, expresó.

Con la camiseta azulgrana jugó 72 partidos; 32 de ellos con un solo brazo. Hizo 5 goles, 3 de ellos con un solo brazo: a Newell’s, Huracán y Boca. Contra estos dos clásicos rivales, nunca jamás perdió ningún partido.

Después tuvo un fugaz paso por Platense, jugó en los Washington Whips y los Washington Darts, de los Estados Unidos (era el jugador mejor pago de la North American Soccer League) y terminó su carrera en 1971, en el Club Quilmes de su Mar del Plata natal.

El jueves 6 de junio de 2013, la edición matutina de “Clarín” publicó que Francisco Victorio Casa había fallecido el día anterior en Mar del Plata, víctima de un cáncer inguinal. Pero la familia salió a desmentirlo y el diario tuvo que hacer lo mismo: Casa todavía no había muerto. Aunque finalmente sí, pasó a la inmortalidad a las 18 horas de aquel jueves, después que los medios habían difundido la información errónea. Tal vez haya sido la última broma del “Loco Popoff”, el mismo que había gambeteado a la muerte en 1964 tras caer de un tren en marcha y eludió a la parca en 1965 tras ser acribillado a balazos.

Tras confirmarse la triste noticia, su amigo Héctor Veira lo despidió con estas palabras: «Casita fue un grande y de no haber mediado aquello, hubiera sido más grande todavía. A veces me daba vergüenza gritar un gol mío porque él se pasaba a cuatro o cinco tipos, los dejaba tirados y me la dejaba servida. Fue un grande con todas las letras».

El 12 de diciembre de 1965 jugaban San Lorenzo y Boca en el Gasómetro de Avenida La Plata. “El Manco Casa” conectó un centro y mandó la pelota a la red. El arquero Roma y el defensor Simeone, jugadores boquenses, le protestaron airadamente al juez Coerezza, pidiendo una mano del autor del gol azulgrana. “Fue mano, decí que fue mano”, le reclamaron a Casa. La respuesta de Victorio al árbitro fue épica: “Señor, ¿cómo va a ser mano? ¡Si soy manco!”. Ante semejante genialidad al referí no le quedó otra que convalidar el tanto.

Después del partido le reconoció a sus compañeros que con el muñón de su brazo amputado le metió un “cortito” a la pelota. Si, así como Maradona le hizo un gol a Inglaterra con la “Mano de Dios”, el Manco Casa le hizo un gol a Boca con el “Brazo de Dios”.


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8 comentarios

  1. Hermosa nota en honor al Gran Manco Casa !!! Lo veí, junto a mí Papá, en la platea baja para los vitalicios, detras del arco de Av. La Plata.
    Yo tenía 9 años y era sorprendente ver a un jugador sin brazo. Pero lo más llamativo era verlo gambetear una y otra vez. Un Grande de los Carasucias. Agur😇

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