Fútbol y solidaridad: el “Polo” Quinteros, el jugador que rompió la burbuja

Por Federico Giannetti.

El lado B del mundo del fútbol suele quedar en las tinieblas, lejos de la masividad y escondido detrás del estereotipo de jugador que se creó en el imaginario social, a veces amparado en la realidad y otras, no. En la otra vereda de la “burbuja” está el “Polo” Jorge Quinteros, aunque él mismo admite que en muchas ocasiones es imposible no quedar inmerso en ella.

El ex delantero de Argentinos Juniors, Universidad Católica de Chile y del San Lorenzo campeón del “Ingeniero” Manuel Pellegrini, entre otros equipos,  se alejó del ámbito de la pelota tras su retiro y se acercó a la pesca, pero nunca abandonó la idea que resonó en su cabeza durante un tiempo: la de levantar y llevar adelante el Comedor “Catalina”, fundado en 2001 en el barrio Santa Catalina.

En diálogo con Proyecto Boedo, el “Polo” recordó los inicios de la iniciativa solidaria, reflexionó sobre el ambiente futbolístico y la preparación de los jugadores, al tiempo que remarcó el “egoísmo” que acarrea dedicar la vida a una carrera deportiva.

¿Cómo fue que comenzaste con el trabajo solidario, al punto de llegar a poner un comedor infantil hace más de 20 años?

Estaba en San Lorenzo cuando lo abrimos, jugando en el “Ciclón”. Desde chico tuve la idea, siempre quise dar una mano como me la dieron a mí también. Habíamos vuelto de Mallorca y con mi señora alquilamos una casa en Beccar, un día estábamos tomando mates y salió el tema de poner el comedor. Era medio jugado, hablamos con mi mamá que se re enganchó, igual que toda la familia, y después pasaron unos meses hasta que conseguimos el lugar. Ahí se me ocurrió hacer un partido a beneficio entre River y San Lorenzo, que estaban peleando el campeonato y estaba atrás todo el periodismo, más con el “Tolo” Gallego que decía que nos íbamos a caer. Los invité y vinieron, terrible plantel tenían los dos equipos. Puse a «Berni» Romeo y a Saviola con la misma camiseta, fue un lindo mensaje. Los chicos de River vinieron a ayudarme en pleno torneo, recaudamos plata y pusimos el comedor.

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Fue en 2001, en una una época difícil a nivel país…

Sí, lo abrimos y al tercer mes casi lo cierro. Yo había sacado otros cálculos, era más del doble lo que se ponía y en un momento me asusté, pero tuve la oportunidad de hacerlo conocer y la gente se enganchaba. Yo ponía y otras personas colaboraban, hasta llamaba a periodistas para que den una mano con una nota, porque siempre hay alguien que escucha y dona.

¿Cuál es la actualidad del comedor y cómo afectó la pandemia?

No afectó tanto porque nosotros no paramos nunca de cocinar y de dar comida. Es más, en parte creo que fue mejor porque tenemos un comedor re lindo, pero ahora las mamás cocinan, las otras vienen con el táper y se la llevan a la casa. Quieras o no, comer en la casa todos juntos es mejor para la mayoría de los chicos. Por otro lado, en el comedor se hacen vacaciones de invierno, apoyo escolar y talleres para las mujeres , que a veces no están acostumbradas a tomarse un tiempo para ellas. Está zarpado, mi prima lo está llevando adelante.

Imagino que muchos de los nenes y nenas del pasado, hoy son madres o padres…

Es re loco, llega un momento en el que ya vienen con su bebé. Y es más lindo todavía ver a muchas chicas que vienen y colaboran, sin tener hijos o sin venir a comer. Muchas personas se criaron ahí, siempre digo que está bueno darles posibilidades para el día de mañana, de trabajo, de estudio, además de la comida, que es lo esencial. Yo nunca pasé hambre y debe ser horrible. Por lo menos tienen una oportunidad.

Pese a todo, siempre remarcás que estaría buenísimo que estos lugares no existan…

Sí, y a veces siento que no soy claro. Hay cosas que no se pueden creer, tengo muchas contradicciones y no tengo grises. Un político no me puede llamar a mí, es una locura, pero le tengo que aceptar la ayuda porque es para la gente del comedor. En esos momentos, en mi cabeza pienso: “Hagan algo, dejen de robar y denle posibilidades a los chicos”. Es triste, este tipo de lugares no deberían existir porque quiere decir que hay personas que la pasan muy mal.

¿Recibiste otro tipo de ayuda del mundo del fútbol para el comedor?

El jugador siempre está. Por ahí ahora no necesito y yo me abrí del ambiente, pero sé que siempre están. Saviola era la figura del fútbol argentino y fue al partido a beneficio… Si yo hablo o me comunico, están. La otra vez, por ejemplo, llamé a Carlos Izquierdoz y al toque me preguntó qué necesitaba, era para un nene que lo tenían que operar y quería un saludito.

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Se suele decir que el jugador de fútbol vive en una burbuja, ¿Qué opinás de esa afirmación recurrente?

Es que el fútbol te lleva a vivir de esa manera. Yo me considero eso también, más allá de que haya podido poner el comedor cuando jugaba a la pelota. El futbolista es un tipo egoísta, no en el mal sentido de que no te va a convidar un caramelo, al contrario, pero lo es en su manera de vivir. El que mejor tiene que comer, soy yo. Yo tengo que dormir la siesta, vos tenés que cuidar a los nenes, y así mil ejemplos más. Es parte del trabajo y te hace vivir algo que no es la realidad.

Ser futbolista es más complicado de lo que generalmente se imagina, ¿Están preparados los jugadores para afrontar las idas y vueltas de la profesión?

El 80% de los futbolistas termina la carrera y tiene que salir a laburar, no son todos Agüero y Messi, esa es la minoría. Todos los otros tienen que estar preparados. Yo ahora estoy muy alejado del fútbol, pero creo que en la actualidad es más difícil que antes, casi imposible te diría. Se los prepara como futbolistas y a veces se los prepara mal, porque llegan a primera con un montón de defectos tácticos o técnicos. Imaginate prepararlos para la vida… Me acuerdo que el “Checho” Batista nos preguntaba qué pensábamos hacer el día de mañana, de vez en cuando una charla nos pegaba porque él decía que sufrió mucho cuando dejó.

Vos fuiste compañero de Michelini, que muchos lo mencionan como un adelanto en ese sentido

Exacto, él jugaba y ya estaba con negocios. Un chico muy inteligente y preparado, hablaba mucho con los pibes. Pero es difícil porque el futbolista piensa que nunca se termina, hasta que de repente no suena el teléfono. Eso no quería que me pase nunca, por eso largué a los 32 años, que venía de ser goleador de la Católica en la Copa Libertadores. Quería dejar yo el fútbol y que mi familia esté en la tribuna el último partido en Argentinos, así que me salió todo redondo.

Una vez dijiste una frase: “El ídolo junto al dirigente, es casi una asociación ilícita”, ¿Por qué?

Me voy a meter en quilombos, así que respondo en general (Risas). A veces el ídolo se aprovecha del amor del hincha cuando ya no está en condiciones. Una cosa es quedarse y ganar diez cuando antes ganabas cien porque lo valías, ese ídolo sí que me gusta. El que viene y cobra un millón, no. Y se arma una asociación casi ilícita porque el dirigente lo trae y se asegura un añito más, mientras le hace daño al club. Yo volví a Argentinos Juniors y ganaba 18 mil pesos, cuando el capitán ganaba 60 mil. Era un gusto mío, me dijeron: “Polo, hay tanto”, y yo dije que sí porque quería terminar mi carrera ahí. La espalda se la han ganado, pero se las da el hincha y el jugador lo sabe. Hay casos y casos.

Después del retiro, antes de alejarte del mundo del fútbol, comenzaste a representar jugadores. A Maximiliano Velázquez y a Nicolás Sánchez les echaste el ojo desde adentro de la cancha, por ejemplo…

Yo ya estaba mentalmente retirado, firmé un año en Argentinos y me retiré a los seis meses porque no estaba con la cabeza donde tenía que estar, por eso elegí ser honesto con el técnico Adrián Domenech, con la hinchada y conmigo mismo. A los dos les hablé y Maxi firmó (Risas). El otro era un pibe y era una bestia, yo pensé: “O lo peleo o le pregunto quién lo representa”. Argentinos-Chicago fue ese partido, ahora que Sánchez volvió a Godoy Cruz me acordé de esa anécdota. De representante tuve que pedir un montón de disculpas, porque yo era peleador y bocón. Hubo un montón de jugadores con los que después me encontré y les decía: “Quedó en la cancha, ¿no?” (Risas).

Muchas veces sonó Gabriel Heinze como DT de San Lorenzo y vos fuiste quien lo llevó a Argentinos, ¿Qué opinión tenés de él como entrenador?

Sí, fuimos a buscarlo al “Gringo”, que trabajando es muy bueno y tiene las ideas muy claras. Al tipo le tiene que ir bien en el fútbol, si él ésta tranquilo de la cabeza le va a ir muy bien porque trabaja muchísimo y es un gran técnico. Me sorprendió que se vaya a Estados Unidos, para mí va a llegar a España o Italia. Él es blanco o negro, cuando nos juntamos fue clarito, le dijo al presidente: “Si yo agarro, con vos no voy a hablar de fútbol, con el único que voy a hacerlo es con el Polo. Esto es lo que soy, si querés contratame y si no, no”. Y así fue.

Sos ídolo de Argentinos y pudiste conocer a Maradona en Chile, ¿Cómo fue ese encuentro?

El Diego es un ídolo de casi todos. Yo no compartí grandes cosas con él, nunca comí un asado y por un lado mejor, porque lo tengo inmaculado por las alegrías que me dio. Pero sí compartí un partido de fútbol: yo venía de hacerle dos goles al Corinthians de Tevez y Mascherano y me dijo “¡Cómo los clavaste!”. El tipo tenía un imán, mirá que yo jugué con Figo, Kluivert, Roberto Carlos, Raul, Morientes, y nunca les iba a pedir una foto, nada, pero él tenía un imán y lo sabía. Tenías la necesidad de tocarlo, yo en un momento le toqué el hombro de la nada (Risas).

Antes de esa anécdota, también lo enfrentaste…

Él estaba en el Boca del 97, yo era pendejo y pedí una reunión con mis compañeros de Argentinos. “Vamos a jugar en la Bombonera, pocas veces nos fue bien ahí. Maradona, Caniggia y todo el circo, lo único que pido es que no jodamos con la foto antes de arrancar el partido, si nos ganan que sea con los goles”, dije, y todos me apoyaron. La cancha estaba llena, salió Boca y el estadio entero diciendo “Maradoo, Maradoo”. Yo estaba embobado y en un momento Diego me miró, traté de cambiar la mirada pero él seguía fijo, se me acercó y se me paró en frente. Me dijo: “Quinteritos dale eh, dale Polito con todo”. Lo abracé y le dije “Gracias, Diego”. Justo a mí vino, me re sacó del partido (Risas). Después me peleé mal y me cagó a puteadas porque hizo echar al “Negro” Bennet, el árbitro se cagó en las patas y yo le dije “dale, loco, somos Argentinos Juniors, dejá de manejar al árbitro”. Pero bueno, son discusiones del partido, me dijo de todo y no me olvido más. (Risas).


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