Homenaje al «Gringo» Scotta, mi viejo…

Por Leonel Scotta.

«El Gringo» Scotta, una gloria, el hombre récord, el cañonero, el terror de las barreras, el rompe redes… Mi viejo. El tipo simple, humilde, honesto, de pocas palabras y ejemplos fuertes, el amigo de sus amigos, el abuelo cariñoso, el tipo gruñón pero sensible y de gran corazón.

El fútbol fue su profesión, el lugar donde se hizo inmortal. Colón de San Justo su escuela, Unión de Santa Fe su primera oportunidad, San Lorenzo su consagración y el Sevilla la confirmación de que no tenía límites en ese mundo. Frustraciones, muchas seguramente… pero ese Mundial 78 y el descenso con su San Lorenzo querido, todavía duelen.

Nunca nada lo detuvo. Tampoco esa fractura que casi lo retira antes de llegar a romper el récord del gran Arsenio Erico con 48 goles y llevarlo a un número casi inalcanzable de 60 gritos en un año. Se recuperó quedando en la historia del fútbol argentino y dejando secuelas en el corazón y las gargantas de los cuervos. Por cierto, como dice mi viejo… gracias a un gran equipo y, por sobre todas las cosas, gracias al «Negro» Ortiz. Porque si algo me enseñó el viejo es a ser agradecido en la vida, trabajar con humildad, poniendo lo mejor de uno, con esfuerzo y constancia. Aquellos que lo vieron jugar saben de qué estoy hablando. «El Gringo» no era el jugador exquisito, de gambeta lírica y pegada sutil. No fue fácil al principio, pero gracias a su perseverancia y a varias pelotas a la segunda bandeja y fuera de las canchas, se lo empezó a respetar.

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Ser su hijo me llena de orgullo. Algunas veces, cuando digo mi apellido, viene la pregunta: “¿Algo que ver con ‘El Gringo’?”, y ante mi afirmación se desatan los recuerdos y los comentarios:

“Se te ve entero… evidentemente nunca te dio una patada en el culo”.

“Jugábamos contra Argentinos Juniors, tu viejo la agarró de chilena afuera del área y la clavó en el ángulo”.

“Tiro libre en la mitad de la cancha, tu viejo le pegó un zapatazo, la pelota pegó en el travesaño y pasó por arriba de él mismo” (esta anécdota cambia de acuerdo al nivel de exageración del hincha).

Y obviamente, la que más disfruto… «Pibe, yo soy Bostero… Tu viejo nos embocaba siempre”.

O ese hincha sevillano que vino a Buenos Aires, fue hasta la casa de mi papá, lo abrazó llorando y le dijo: “Cuando tenga un hijo se va a llamar Héctor Horacio… qué digo, Héctor Horacio Scotta”.

“Vos sabés que tu viejo rompía las redes…”, recuerdo que una vez en un reportaje por radio, un periodista le preguntó por este tema. Con la humildad y sinceridad que lo caracteriza, respondió: “Bueno, es verdad, yo le pegaba muy fuerte a la pelota, pero lo que pasaba en esa época era que las redes no se sacaban de los arcos, la lluvia y el sol pudrían el nailon, por eso se rompían».

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Aferrándose a la pelota para no retirarse, jugó en muchos equipos del Ascenso. Una curiosidad que lo describe como persona: jugó en All Boys y en Chicago, rivales de barrio. Ambas hinchadas lo recuerdan con afecto y respeto, pequeñas cosas que uno se gana en la vida siendo la persona que es «El Gringo».

Mi viejo no pudo dejar el fútbol, fue el fútbol el que lo dejó y pagó un precio muy caro. Fueron años duros donde era difícil verlo reír. Fueron los hinchas de San Lorenzo y Sevilla los que le devolvieron la sonrisa, con infinidad de muestras de afecto que le demostraron que todavía continúa vivo en el corazón y en momentos inolvidables de las personas. En ese abrazo de gol en el Viejo Gasómetro con ese ser querido que ya no está o en esa primera camiseta de San Lorenzo con el 7 de cuero en la espalda. En ese mensaje desde Sevilla a través de Facebook, en las historias que un abuelo le contaba a su nieto. En todos esos periodistas que lo llaman para conversar sobre los días de gloria, en la felicidad de los chicos del Recreativo de San Lorenzo.

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El fútbol es una profesión sacrificada a la hora de compartir tiempo con la familia, con mi viejo no pude compartir mucho cuando era chico: doble turno de entrenamiento, concentraciones y partidos. Pero ya de grande nos pusimos al día. Ir a la cancha a ver a San Lorenzo con mis hijos y el viejo, es un programa muy especial. Disfruto mucho cuando descubro en la mirada de los socios Vitalicios o en ese hincha mayor de 60 años, la nostalgia de esos recuerdos, la admiración y cariño que tienen por «El Gringo» Scotta. Es la misma admiración y cariño con la que yo lo veo.

Muchos de los que están leyendo estas líneas, saben que la casa de «Chiquito» (como lo llaman de chico) siempre tiene las puertas abiertas para los hinchas, porque esa es su forma de devolverles tanto cariño. Personalmente, aprovecho para darles las gracias a todos los de San Lorenzo y los del Sevilla que lo hacen feliz y le recuerdan cada una de las alegrías que él les regaló.

Viejo: hoy, que es tu cumpleaños 70, me gustaría que la vida te dé salud para poder disfrutar más tiempo juntos y para verte entrar de rodillas, como prometiste, en la vuelta con estadio al barrio de BOEDO.

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